Erwin Eulner- La Prueba de Dios
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Erwin Eulner- La Prueba de Dios
La Prueba de Dios.-
“Dios probará a los suyos. Jesús los soporta pacientemente, y no los vomita de su boca en un momento. Dijo el ángel: "Dios está pesando a su pueblo". Si el mensaje hubiese sido de corta duración, como muchos de nosotros suponíamos, no habría habido tiempo para desarrollar el carácter. Muchos actuaron por sentimientos, no por principios y fe, y este mensaje solemne y temible, los conmovió. Obró sobre sus sentimientos y excitó sus temores, pero no realizó la obra que Dios quería que realiza-se. Dios lee el corazón. Porque sus hijos no se engañen a sí mismos, les da tiempo para que pase la excitación; luego los prueba para ver si quieren obedecer el consejo del Testigo fiel.
Dios conduce a su pueblo paso a paso. Coloca a sus seguidores en diferentes si-tuaciones a fin de que se manifieste lo que hay en el corazón. Algunos soportan cier-tas pruebas, pero fracasan en otras. A medida que se avanza en este proceso, el co-razón es probado un poco más severamente. Si los que profesan ser hijos de Dios, encuentran que su corazón se opone a esta obra directa, deben convencerse de que tienen que hacer algo para vencer, si no quieren ser vomitados de la boca del Señor.
Dijo el ángel: "Dios irá probando cada vez más de cerca a cada uno de sus hijos. Algunos están dispuestos a aceptar un punto; pero cuando Dios los prueba en otro, lo rehuyen y retroceden, porque hiere directamente algún ídolo suyo. Así tienen oportunidad de ver lo que hay en su corazón que los aísla de Jesús. Hay algo que aprecian más que la verdad y su corazón no está preparado para recibir a Jesús. Los individuos son probados durante cierto tiempo para ver si quieren sacrificar sus ídolos y escuchar el consejo del Testigo fiel. Si alguno no quiere ser purificado por la obe-diencia de la verdad, y vencer su egoísmo, su orgullo y malas pasiones, los ángeles de Dios reciben este encargo: "Se han unido a sus ídolos, dejadlos,"y prosiguen con su obra, dejando en manos de los malos ángeles a aquellos que no han subyugado sus rasgos pecaminosos. Los que resisten en cada punto, que soportan cada prueba y vencen, a cualquier precio que sea, han escuchado el consejo del Testigo fiel y re-cibirán la lluvia tardía, y estarán preparados para la traslación.... ¡Ojalá que toda persona que profesa tibiamente su creencia pudiese comprender la obra de limpieza que Dios está por realizar entre su pueblo profeso! Estimados amigos, no os engañéis acerca de vuestra condición. No podéis engañar a Dios. Dice el Testigo fiel: "Conozco tus obras". (Apoc. 3:1). El tercer ángel está conduciendo a un pueblo paso a paso, cada vez más arriba. A cada paso será probado”. 1JT:65-66.
El Futuro.-
“En ocasión de la transfiguración, Jesús fue glorificado por su Padre. Le oímos decir: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él". (Juan 13:31). Así, antes de su entrega y crucifixión, fue fortalecido para sus últimos terribles sufrimientos. Al acercarse los miembros del cuerpo de Cristo al período de su último conflicto, al "tiempo de angustia de Jacob", crecerán en Cristo y participarán en gran medida de su Espíritu. Al crecer el tercer mensaje hasta ser un fuerte pregón, cuando acompañe a la obra final un gran poder y gloria, los hijos de Dios participarán de aquella gloria. La lluvia tardía será lo que los fortalecerá y reavivará para atravesar el tiempo de angustia. Sus rostros resplandecerán con la gloria de aquella luz que acompaña al tercer ángel.
Vi que Dios preservará de manera maravillosa a su pueblo durante el tiempo de angustia. Así como Jesús oró con toda la agonía de su alma en el huerto, ellos cla-marán con fervor y agonía día y noche para obtener libramiento. Se proclamará el decreto de que deben despreciar el sábado del cuarto mandamiento, y honrar el primer día, o perder la vida, Pero ellos no cederán, ni pisotearán el sábado del Señor para honrar una institución del papado. Los rodearán las huestes de Satanás y los hombres perversos, para alegrarse de su suerte, porque no parecerá haber para ellos medio de escapar. Pero en medio de las orgías y el triunfo de aquéllos, se oirá el estruendo ensordecedor del trueno más formidable. Los cielos se habrán ennegreci-do, y estarán iluminados únicamente por la deslumbrante y terrible gloria del cielo, cuando Dios deje oír su voz desde su santa morada.
Los cimientos de la tierra temblarán; los edificios vacilarán y caerán con espan-toso fragor. El mar hervirá como una olla, y toda la tierra será terriblemente conmo-vida. El cautiverio de los justos se cambiará, y con suave y solemne susurro se dirán unos a otros: "Somos librados; es la voz de Dios". Con solemne asombro escucharán las palabras de la voz. Los malos oirán, pero no entenderán las palabras de la voz de Dios. Temerán y temblarán, mientras que los santos se regocijarán. Satanás y sus ángeles, y los hombres perversos, que habían estado regocijándose porque el pue-blo de Dios estaba en su poder y podían raerlo de la faz de la tierra, presenciarán la gloria conferida a aquellos que honraron la santa ley de Dios. Verán cómo el rostro de los justos estará iluminado y reflejará la imagen de Jesús. Los que estaban tan de-seosos de destruir a los santos, no podrán soportar la gloria que descansará sobre los que habrán sido libertados, y caerán como muertos al suelo. Satanás y los malos ángeles huirán de la presencia de los santos glorificados. Habrán perdido para siem-pre el poder de molestarlos”. 1JT:131-132.
“Ninguno de nosotros recibirá jamás el sello de Dios mientras nuestros caracteres tengan una mancha. Nos toca a nosotros remediar los defectos de nuestro carácter, limpiar el templo del alma de toda contaminación. Entonces la lluvia tardía caerá sobre nosotros como cayó la lluvia temprana sobre los discípulos en el día de Pente-costés”. 2JT:69.
Aun hasta el fin.-
“Así puede suceder ahora. Desechen los cristianos todas las disensiones, y entréguense a Dios para salvar a los perdidos. Pidan con fe la bendición prometida, y ella les vendrá. El derramamiento del Espíritu en los días de los apóstoles fue "la lluvia temprana", y glorioso fue el resultado. Pero la lluvia tardía será más abundante. ¿Cuál es la promesa hecha a los que viven en estos postreros días? "Tornaos a la for-taleza, oh presos de esperanza: hoy también os anuncio que os daré doblado". "Pe-did a Jehová lluvia en la sazón tardía: Jehová hará relámpagos, y os dará lluvia abundante, y hierba en el campo a cada uno". (Zac. 9:12; 10:1).
Cristo declaró que la influencia divina del Espíritu había de acompañar a sus discípulos hasta el fin. Pero la promesa no es apreciada como debiera serlo; por lo tanto, su cumplimiento no se ve como debiera verse. La promesa del Espíritu es algo en lo cual se piensa poco; y el resultado es tan sólo lo que podría esperarse: sequía, tinieblas, decadencia y muerte espirituales. Los asuntos de menor importancia ocu-pan la atención y, aunque es ofrecido en su infinita plenitud, falta el poder divino que es necesario para el crecimiento y la prosperidad de la iglesia y que traería todas las otras bendiciones en su estela.
La ausencia del Espíritu es lo que hace tan impotente el ministerio evangélico. Puede poseerse saber, talento, elocuencia, y todo don natural o adquirido; pero, sin la presencia del Espíritu de Dios, ningún corazón se conmoverá, ningún pecador será ganado para Cristo. Por otro lado, si sus discípulos más pobres y más ignorantes están vinculados con Cristo, y tienen los dones del Espíritu, tendrán un poder que se hará sentir sobre los corazones. Dios hará de ellos conductos para el derramamiento de la influencia más sublime del universo.
¿Por qué no tener hambre y sed del don del Espíritu, puesto que es el medio por el cual hemos de recibir poder? ¿Porqué no hablamos de él, oramos por él, y predi-camos acerca de él? El Señor está más dispuesto a darnos el Espíritu Santo que los padres a dar buenas dádivas a sus hijos. Todo obrero debiera solicitar a Dios el bau-tismo del Espíritu. Debieran reunirse grupos para pedir ayuda especial, sabiduría ce-lestial, a fin de saber cómo hacer planes y ejecutarlos sabiamente. Debieran los hombres pedir especialmente a Dios que otorgue a sus misioneros el Espíritu Santo.
La presencia del Espíritu con los obreros de Dios dará a la presentación de la verdad un poder que no podrían darle todos los honores o la gloria del mundo. El Espíritu provee la fuerza que sostiene en toda emergencia a las almas que luchan, en medio de la frialdad de sus parientes, el odio del mundo y la comprensión de sus propias imperfecciones y equivocaciones.
El celo por Dios movió a los discípulos a dar testimonio de la verdad con gran poder. ¿No debiera este celo encender en nuestro corazón la resolución de contar la historia del amor redentor, de Cristo, y de éste crucificado? ¿No vendrá hoy el Espíritu de Dios en respuesta a la oración ferviente y perseverante, para llenar a los hombres de un poder que los capacite para servir? ¿Por qué es entonces la iglesia tan débil e inerte?
Es privilegio de todo cristiano no sólo esperar sino apresurar la venida de nuestro Señor Jesucristo. Si todos los que profesan su nombre llevasen frutos para su gloria, ¡cuán prestamente quedaría sembrada en el mundo la semilla del Evangelio! La última mies maduraría rápidamente, y Cristo vendría para recoger el precioso grano.
Mis hermanos y hermanas, orad por el Espíritu Santo. Dios respalda toda prome-sa que ha hecho. Con la Biblia en la mano, decid: "He hecho como tú dijiste. Presen-to tu promesa: 'Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá'". Cristo declara: "Todo lo que orando pidiereis, creed que lo recibiréis, y os vendrá". "Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo". (Mat. 7:7; Mar. 11:24; Juan 14:13).
El arco iris que rodea el trono nos asegura que Dios es fiel; que en él no hay mu-danza ni sombra de variación. Hemos pecado contra él y no merecemos su favor; sin embargo, él mismo pone en nuestros labios la más admirable de las súplicas: "Por amor de tu nombre no nos deseches, ni trastornes el trono de tu gloria: acuérdate, no invalides tu pacto con nosotros". (Jer. 14:21). El se ha comprometido a prestar oído a nuestro clamor cuando acudimos a él y confesamos nuestra indignidad y pecado. El honor de su trono garantiza el cumplimiento de la palabra que nos dirige.
Cristo envía a sus mensajeros a toda parte de su dominio para comunicar su vo-luntad a sus siervos. El anda en medio de sus iglesias. Desea santificar, elevar y enno-blecer a quienes le siguen. La influencia de los que creen en él, será en el mundo un sabor de vida para vida. Cristo tiene las estrellas en su diestra, y es su propósito dejar brillar por intermedio de ellas su luz para el mundo. Así desea preparar a su pueblo para un servicio más elevado en la iglesia celestial. Nos ha confiado una gran obra. Hagámosla fielmente. Demostremos en nuestra vida lo que la gracia divina puede hacer por la humanidad.
Cuando el Espíritu Santo rija la mente de los miembros de nuestras iglesias, se verá en ellas una norma mucho más alta que la que se ve ahora en el hablar, en el ministerio y en la espiritualidad. Los miembros de las iglesias serán refrigerados por el agua de la vida, y los obreros, trabajando bajo una Cabeza, a saber Cristo, revelarán a su Maestro en espíritu, en palabra y en acción, y se alentarán unos a otros a progresar en la grandiosa obra final en la cual están empeñados. Habrá un sano in-cremento de la unidad y del amor, que atestiguará al mundo que Dios envió a su Hijo a morir por la redención de los pecadores. La verdad divina será exaltada; y mientras resplandezca como lámpara que arde, la comprenderemos cada vez más claramente”. 1904, tomo 8, pág. 211.
“Me fue mostrado que si los hijos de Dios no hacen esfuerzo de su parte, sino que aguardan a que el refrigerio venga sobre ellos y elimine sus males y corrija sus errores; si confían en que esto los limpiará de la inmundicia de la carne y del espíritu, y los hará idóneos para dedicarse al fuerte clamor del tercer ángel, serán hallados faltos. El refrigerio o poder de Dios desciende únicamente sobre aquellos que se han preparado para ello haciendo la obra que Dios les invita a hacer, que consiste en purificarse de toda inmundicia de la carne y del espíritu y en perfeccionar su santidad en el temor de Dios”. 1867, tomo 1 pág. 619.
Esta intervención del Espíritu de Dios no nos quita la necesidad de ejercer nues-tras facultades y talentos, sino que nos enseña a usar toda facultad para gloria de Dios. Cuando están bajo la dirección especial de la gracia de Dios, las facultades humanas pueden ser usadas con el mejor propósito que hay en la tierra y se ejer-cerán en la vida futura, inmortal”. 1879, tomo 4, pág. 372.
“¿Por qué ha sido registrada la historia de la obra que hicieron los discípulos mientras trabajaban con santo celo, animados y vivificados por el Espíritu Santo, si no es para que de estos anales el pueblo de Dios pueda obtener hoy inspiración para trabajar fervientemente para él? Lo que el Señor hizo por su pueblo en aquel tiempo, es aun más esencial que lo haga para su pueblo hoy. Todo lo que hicieron los após-toles, lo ha de hacer hoy cada miembro de la iglesia. Y debemos trabajar con tanto mayor fervor, para que nos acompañe el Espíritu Santo en tanta mayor medida, por cuanto el aumento de la maldad requiere que sea más decidido el llamamiento al arrepentimiento”. 1902, tomo 7, Pág. 33. 3JT:211-215
“Dios probará a los suyos. Jesús los soporta pacientemente, y no los vomita de su boca en un momento. Dijo el ángel: "Dios está pesando a su pueblo". Si el mensaje hubiese sido de corta duración, como muchos de nosotros suponíamos, no habría habido tiempo para desarrollar el carácter. Muchos actuaron por sentimientos, no por principios y fe, y este mensaje solemne y temible, los conmovió. Obró sobre sus sentimientos y excitó sus temores, pero no realizó la obra que Dios quería que realiza-se. Dios lee el corazón. Porque sus hijos no se engañen a sí mismos, les da tiempo para que pase la excitación; luego los prueba para ver si quieren obedecer el consejo del Testigo fiel.
Dios conduce a su pueblo paso a paso. Coloca a sus seguidores en diferentes si-tuaciones a fin de que se manifieste lo que hay en el corazón. Algunos soportan cier-tas pruebas, pero fracasan en otras. A medida que se avanza en este proceso, el co-razón es probado un poco más severamente. Si los que profesan ser hijos de Dios, encuentran que su corazón se opone a esta obra directa, deben convencerse de que tienen que hacer algo para vencer, si no quieren ser vomitados de la boca del Señor.
Dijo el ángel: "Dios irá probando cada vez más de cerca a cada uno de sus hijos. Algunos están dispuestos a aceptar un punto; pero cuando Dios los prueba en otro, lo rehuyen y retroceden, porque hiere directamente algún ídolo suyo. Así tienen oportunidad de ver lo que hay en su corazón que los aísla de Jesús. Hay algo que aprecian más que la verdad y su corazón no está preparado para recibir a Jesús. Los individuos son probados durante cierto tiempo para ver si quieren sacrificar sus ídolos y escuchar el consejo del Testigo fiel. Si alguno no quiere ser purificado por la obe-diencia de la verdad, y vencer su egoísmo, su orgullo y malas pasiones, los ángeles de Dios reciben este encargo: "Se han unido a sus ídolos, dejadlos,"y prosiguen con su obra, dejando en manos de los malos ángeles a aquellos que no han subyugado sus rasgos pecaminosos. Los que resisten en cada punto, que soportan cada prueba y vencen, a cualquier precio que sea, han escuchado el consejo del Testigo fiel y re-cibirán la lluvia tardía, y estarán preparados para la traslación.... ¡Ojalá que toda persona que profesa tibiamente su creencia pudiese comprender la obra de limpieza que Dios está por realizar entre su pueblo profeso! Estimados amigos, no os engañéis acerca de vuestra condición. No podéis engañar a Dios. Dice el Testigo fiel: "Conozco tus obras". (Apoc. 3:1). El tercer ángel está conduciendo a un pueblo paso a paso, cada vez más arriba. A cada paso será probado”. 1JT:65-66.
El Futuro.-
“En ocasión de la transfiguración, Jesús fue glorificado por su Padre. Le oímos decir: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él". (Juan 13:31). Así, antes de su entrega y crucifixión, fue fortalecido para sus últimos terribles sufrimientos. Al acercarse los miembros del cuerpo de Cristo al período de su último conflicto, al "tiempo de angustia de Jacob", crecerán en Cristo y participarán en gran medida de su Espíritu. Al crecer el tercer mensaje hasta ser un fuerte pregón, cuando acompañe a la obra final un gran poder y gloria, los hijos de Dios participarán de aquella gloria. La lluvia tardía será lo que los fortalecerá y reavivará para atravesar el tiempo de angustia. Sus rostros resplandecerán con la gloria de aquella luz que acompaña al tercer ángel.
Vi que Dios preservará de manera maravillosa a su pueblo durante el tiempo de angustia. Así como Jesús oró con toda la agonía de su alma en el huerto, ellos cla-marán con fervor y agonía día y noche para obtener libramiento. Se proclamará el decreto de que deben despreciar el sábado del cuarto mandamiento, y honrar el primer día, o perder la vida, Pero ellos no cederán, ni pisotearán el sábado del Señor para honrar una institución del papado. Los rodearán las huestes de Satanás y los hombres perversos, para alegrarse de su suerte, porque no parecerá haber para ellos medio de escapar. Pero en medio de las orgías y el triunfo de aquéllos, se oirá el estruendo ensordecedor del trueno más formidable. Los cielos se habrán ennegreci-do, y estarán iluminados únicamente por la deslumbrante y terrible gloria del cielo, cuando Dios deje oír su voz desde su santa morada.
Los cimientos de la tierra temblarán; los edificios vacilarán y caerán con espan-toso fragor. El mar hervirá como una olla, y toda la tierra será terriblemente conmo-vida. El cautiverio de los justos se cambiará, y con suave y solemne susurro se dirán unos a otros: "Somos librados; es la voz de Dios". Con solemne asombro escucharán las palabras de la voz. Los malos oirán, pero no entenderán las palabras de la voz de Dios. Temerán y temblarán, mientras que los santos se regocijarán. Satanás y sus ángeles, y los hombres perversos, que habían estado regocijándose porque el pue-blo de Dios estaba en su poder y podían raerlo de la faz de la tierra, presenciarán la gloria conferida a aquellos que honraron la santa ley de Dios. Verán cómo el rostro de los justos estará iluminado y reflejará la imagen de Jesús. Los que estaban tan de-seosos de destruir a los santos, no podrán soportar la gloria que descansará sobre los que habrán sido libertados, y caerán como muertos al suelo. Satanás y los malos ángeles huirán de la presencia de los santos glorificados. Habrán perdido para siem-pre el poder de molestarlos”. 1JT:131-132.
“Ninguno de nosotros recibirá jamás el sello de Dios mientras nuestros caracteres tengan una mancha. Nos toca a nosotros remediar los defectos de nuestro carácter, limpiar el templo del alma de toda contaminación. Entonces la lluvia tardía caerá sobre nosotros como cayó la lluvia temprana sobre los discípulos en el día de Pente-costés”. 2JT:69.
Aun hasta el fin.-
“Así puede suceder ahora. Desechen los cristianos todas las disensiones, y entréguense a Dios para salvar a los perdidos. Pidan con fe la bendición prometida, y ella les vendrá. El derramamiento del Espíritu en los días de los apóstoles fue "la lluvia temprana", y glorioso fue el resultado. Pero la lluvia tardía será más abundante. ¿Cuál es la promesa hecha a los que viven en estos postreros días? "Tornaos a la for-taleza, oh presos de esperanza: hoy también os anuncio que os daré doblado". "Pe-did a Jehová lluvia en la sazón tardía: Jehová hará relámpagos, y os dará lluvia abundante, y hierba en el campo a cada uno". (Zac. 9:12; 10:1).
Cristo declaró que la influencia divina del Espíritu había de acompañar a sus discípulos hasta el fin. Pero la promesa no es apreciada como debiera serlo; por lo tanto, su cumplimiento no se ve como debiera verse. La promesa del Espíritu es algo en lo cual se piensa poco; y el resultado es tan sólo lo que podría esperarse: sequía, tinieblas, decadencia y muerte espirituales. Los asuntos de menor importancia ocu-pan la atención y, aunque es ofrecido en su infinita plenitud, falta el poder divino que es necesario para el crecimiento y la prosperidad de la iglesia y que traería todas las otras bendiciones en su estela.
La ausencia del Espíritu es lo que hace tan impotente el ministerio evangélico. Puede poseerse saber, talento, elocuencia, y todo don natural o adquirido; pero, sin la presencia del Espíritu de Dios, ningún corazón se conmoverá, ningún pecador será ganado para Cristo. Por otro lado, si sus discípulos más pobres y más ignorantes están vinculados con Cristo, y tienen los dones del Espíritu, tendrán un poder que se hará sentir sobre los corazones. Dios hará de ellos conductos para el derramamiento de la influencia más sublime del universo.
¿Por qué no tener hambre y sed del don del Espíritu, puesto que es el medio por el cual hemos de recibir poder? ¿Porqué no hablamos de él, oramos por él, y predi-camos acerca de él? El Señor está más dispuesto a darnos el Espíritu Santo que los padres a dar buenas dádivas a sus hijos. Todo obrero debiera solicitar a Dios el bau-tismo del Espíritu. Debieran reunirse grupos para pedir ayuda especial, sabiduría ce-lestial, a fin de saber cómo hacer planes y ejecutarlos sabiamente. Debieran los hombres pedir especialmente a Dios que otorgue a sus misioneros el Espíritu Santo.
La presencia del Espíritu con los obreros de Dios dará a la presentación de la verdad un poder que no podrían darle todos los honores o la gloria del mundo. El Espíritu provee la fuerza que sostiene en toda emergencia a las almas que luchan, en medio de la frialdad de sus parientes, el odio del mundo y la comprensión de sus propias imperfecciones y equivocaciones.
El celo por Dios movió a los discípulos a dar testimonio de la verdad con gran poder. ¿No debiera este celo encender en nuestro corazón la resolución de contar la historia del amor redentor, de Cristo, y de éste crucificado? ¿No vendrá hoy el Espíritu de Dios en respuesta a la oración ferviente y perseverante, para llenar a los hombres de un poder que los capacite para servir? ¿Por qué es entonces la iglesia tan débil e inerte?
Es privilegio de todo cristiano no sólo esperar sino apresurar la venida de nuestro Señor Jesucristo. Si todos los que profesan su nombre llevasen frutos para su gloria, ¡cuán prestamente quedaría sembrada en el mundo la semilla del Evangelio! La última mies maduraría rápidamente, y Cristo vendría para recoger el precioso grano.
Mis hermanos y hermanas, orad por el Espíritu Santo. Dios respalda toda prome-sa que ha hecho. Con la Biblia en la mano, decid: "He hecho como tú dijiste. Presen-to tu promesa: 'Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá'". Cristo declara: "Todo lo que orando pidiereis, creed que lo recibiréis, y os vendrá". "Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo". (Mat. 7:7; Mar. 11:24; Juan 14:13).
El arco iris que rodea el trono nos asegura que Dios es fiel; que en él no hay mu-danza ni sombra de variación. Hemos pecado contra él y no merecemos su favor; sin embargo, él mismo pone en nuestros labios la más admirable de las súplicas: "Por amor de tu nombre no nos deseches, ni trastornes el trono de tu gloria: acuérdate, no invalides tu pacto con nosotros". (Jer. 14:21). El se ha comprometido a prestar oído a nuestro clamor cuando acudimos a él y confesamos nuestra indignidad y pecado. El honor de su trono garantiza el cumplimiento de la palabra que nos dirige.
Cristo envía a sus mensajeros a toda parte de su dominio para comunicar su vo-luntad a sus siervos. El anda en medio de sus iglesias. Desea santificar, elevar y enno-blecer a quienes le siguen. La influencia de los que creen en él, será en el mundo un sabor de vida para vida. Cristo tiene las estrellas en su diestra, y es su propósito dejar brillar por intermedio de ellas su luz para el mundo. Así desea preparar a su pueblo para un servicio más elevado en la iglesia celestial. Nos ha confiado una gran obra. Hagámosla fielmente. Demostremos en nuestra vida lo que la gracia divina puede hacer por la humanidad.
Cuando el Espíritu Santo rija la mente de los miembros de nuestras iglesias, se verá en ellas una norma mucho más alta que la que se ve ahora en el hablar, en el ministerio y en la espiritualidad. Los miembros de las iglesias serán refrigerados por el agua de la vida, y los obreros, trabajando bajo una Cabeza, a saber Cristo, revelarán a su Maestro en espíritu, en palabra y en acción, y se alentarán unos a otros a progresar en la grandiosa obra final en la cual están empeñados. Habrá un sano in-cremento de la unidad y del amor, que atestiguará al mundo que Dios envió a su Hijo a morir por la redención de los pecadores. La verdad divina será exaltada; y mientras resplandezca como lámpara que arde, la comprenderemos cada vez más claramente”. 1904, tomo 8, pág. 211.
“Me fue mostrado que si los hijos de Dios no hacen esfuerzo de su parte, sino que aguardan a que el refrigerio venga sobre ellos y elimine sus males y corrija sus errores; si confían en que esto los limpiará de la inmundicia de la carne y del espíritu, y los hará idóneos para dedicarse al fuerte clamor del tercer ángel, serán hallados faltos. El refrigerio o poder de Dios desciende únicamente sobre aquellos que se han preparado para ello haciendo la obra que Dios les invita a hacer, que consiste en purificarse de toda inmundicia de la carne y del espíritu y en perfeccionar su santidad en el temor de Dios”. 1867, tomo 1 pág. 619.
Esta intervención del Espíritu de Dios no nos quita la necesidad de ejercer nues-tras facultades y talentos, sino que nos enseña a usar toda facultad para gloria de Dios. Cuando están bajo la dirección especial de la gracia de Dios, las facultades humanas pueden ser usadas con el mejor propósito que hay en la tierra y se ejer-cerán en la vida futura, inmortal”. 1879, tomo 4, pág. 372.
“¿Por qué ha sido registrada la historia de la obra que hicieron los discípulos mientras trabajaban con santo celo, animados y vivificados por el Espíritu Santo, si no es para que de estos anales el pueblo de Dios pueda obtener hoy inspiración para trabajar fervientemente para él? Lo que el Señor hizo por su pueblo en aquel tiempo, es aun más esencial que lo haga para su pueblo hoy. Todo lo que hicieron los após-toles, lo ha de hacer hoy cada miembro de la iglesia. Y debemos trabajar con tanto mayor fervor, para que nos acompañe el Espíritu Santo en tanta mayor medida, por cuanto el aumento de la maldad requiere que sea más decidido el llamamiento al arrepentimiento”. 1902, tomo 7, Pág. 33. 3JT:211-215
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