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Erwin Eulner- La Lluvia Tardía 2

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Mensaje por Admin Mar Jun 01, 2010 9:10 am

La lluvia tardía que madura la cosecha de la tierra representa la gracia espiritual que prepara a la iglesia para la venida del Hijo del hombre. Pero a menos que haya caído la lluvia temprana, no habrá vida; la hoja verde no aparecerá. A menos que los primeros aguaceros hayan hecho su obra, la lluvia tardía no podrá perfeccionar ninguna semilla”. TM:506 (189 7).

“En obediencia a la orden de Cristo, [los discípulos] aguardaron en Jerusalén la promesa del Padre, el derramamiento del Espíritu. No aguardaron ociosos. El relato dice que estaban "de continuo en el templo, alabando y bendiciendo a Dios" (Luc. 24:53)...
Mientras los discípulos esperaban el cumplimiento de la promesa, humillaron sus corazones con verdadero arrepentimiento, y confesaron su incredulidad ... Los discí-pulos oraron con intenso fervor pidiendo capacidad para encontrarse con los hom-bres, y en su trato diario hablar palabras que pudieran guiar a los pecadores a Cristo. Poniendo aparte toda diferencia, todo deseo de supremacía, se unieron en estrecho compañerismo cristiano”. HAp:29-30 (1911).
“El Espíritu fue derramado después que los discípulos hubieron llegado a la uni-dad perfecta, cuando ya no contendían por el puesto más elevado”. 3JT:210-211 (1904).
“El derramamiento del Espíritu en los días de los apóstoles fue el comienzo de la lluvia temprana, y gloriosos fueron los resultados. Hasta el fin del tiempo, la presencia del Espíritu ha de morar con la iglesia fiel”. HAp:45 (1911).
“Bajo la influencia del Espíritu, las palabras de arrepentimiento y confesión se mezclaban con cantos de alabanza por el perdón de los pecados... Miles se convir-tieron en un día...
El Espíritu Santo... los habilitaba para hablar con facilidad idiomas antes desco-nocidos para ellos... El Espíritu Santo hizo por ellos lo que los discípulos no hubieran podido llevar a cabo en todo el curso de su vida”. HAp:31-32 (1911).
“Sus corazones estaban sobrecargados con una benevolencia tan plena, tan profunda, de tanto alcance, que los impelía a ir hasta los confines de la tierra, para testificar del poder de Cristo”. HAp:37-38 (1911).
“¿Cuál fue el resultado del derramamiento del Espíritu en el día de Pentecostés? Las alegres nuevas de un Salvador resucitado fueron llevadas a las más alejadas par-tes del mundo habitado... La iglesia veía afluir a ella conversos de todas direcciones. Los apóstatas se reconvertían... La ambición de los creyentes era revelar la semejanza del carácter de Cristo, y trabajar para el engrandecimiento de su reino.-HAp:39-40 (1911).
“El derramamiento del Espíritu en los días de los apóstoles fue "la lluvia tempra-na", y glorioso fue el resultado. Pero la lluvia tardía será más abundante”. 3JT:211 (1904).
“Cerca del fin de la siega de la tierra, se promete una concesión especial de gracia espiritual, para preparar a la iglesia para la venida del Hijo del hombre. Este derramamiento del Espíritu se compara con la caída de la lluvia tardía”. HAp:45 (1911).
“Antes que los juicios de Dios caigan finalmente sobre la tierra, habrá entre el pueblo del Señor un avivamiento de la piedad primitiva, cual no se ha visto nunca desde los tiempos apostólicos. El Espíritu y el poder de Dios serán derramados sobre sus hijos”. CS:517 (1911).
“Esta obra será semejante a la que se realizó en el día de Pentecostés. Como la "lluvia temprana" fue dada en tiempo de la efusión del Espíritu Santo al principio del ministerio evangélico, para hacer crecer la preciosa semilla, así la "lluvia tardía" será dada al final de dicho ministerio para hacer madurar la cosecha”. CS:669 (1911).
“En ese tiempo, descenderá la "lluvia tardía" o refrigerio de la presencia del Se-ñor para dar poder: a la voz fuerte del tercer ángel, y preparar a los santos para que puedan subsistir durante el plazo cuando las siete postreras plagas serán derrama-das. PE:86 (1854).
“Oí que los revestidos de la armadura proclamaban poderosamente la verdad, con fructuosos resultados... Pregunté por la causa de tan profundo cambio y un ángel me respondió: "Es la lluvia tardía; el refrigerio de la presencia del Señor; el po-tente pregón del tercer ángel". PE:271 (1858).
“La lluvia temprana produce conversión; la lluvia tardía desarrolla un carácter semejante al de Cristo.
En ningún momento de nuestra experiencia podemos prescindir de la ayuda que nos capacitó para comenzar. Las bendiciones recibidas en ocasión dé la lluvia temprana nos son necesarias hasta el mismo fin... Al buscar a Dios para que nos conceda el Espíritu Santo, él producirá en nosotros mansedumbre, humildad de men-te, y una consciente dependencia de Dios con respecto a la lluvia tardía que trae perfección. TM:507, 509 (1897).
“El Espíritu Santo busca morar en cada alma. Si se le da la bienvenida como a un huésped honrado, los que lo reciban serán hechos completos en Cristo. La buena obra que ha sido comenzada, será terminada; pensamientos santos, afectos celes-tiales y acciones semejantes a las de Cristo reemplazarán a los pensamientos impuros, los sentimientos perversos y los actos rebeldes”. CH:561 (1896).
“Podemos haber recibido cierta medida del Espíritu de Dios, pero mediante la oración y la fe debemos tratar de obtener una porción más abundante. No debemos cesar nunca en nuestros esfuerzos. Si no progresamos, si no asumimos la actitud necesaria para recibir tanto la lluvia temprana como la tardía, perderemos nuestras almas, y la responsabilidad será solamente nuestra...
Las convocaciones de la iglesia, tales como las asambleas generales, las reu-niones de la iglesia local y todas las oportunidades en que se trabaja personalmente por las almas, son las ocasiones señaladas por Dios para dar la lluvia temprana y la tardía”. TM:508 (1897).
“Cuando el caminó esté preparado para el Espíritu de Dios, vendrá la bendi-ción. Así como Satanás no puede cerrar las ventanas del cielo para que la lluvia venga sobre la tierra, así tampoco puede impedir que descienda un derramamiento de bendiciones sobre el pueblo de Dios”. 1MS:144-145 (1887).
“Debiéramos orar tan fervientemente por el descenso del Espíritu Santo como los discípulos oraron en el Día de Pentecostés. Si ellos lo necesitaban en aquel entonces, nosotros lo necesitamos más hoy en día”. 5T:158 (1882).
“El descenso del Espíritu Santo sobre la iglesia es esperado como si se tratara de un asunto del futuro; pero es el privilegio de la iglesia tenerlo ahora mismo. Buscadlo, orad por él, creed en él. Debemos tenerlo, y el cielo está esperando concederlo”. Ev:508 (1895).
“La medida del Espíritu Santo que recibamos estará en proporción a la medida de nuestro deseo de recibirlo y de la fe que ejerzamos para ello, y del uso que hagamos de la luz y el conocimiento que se nos dé”. RH, 5 de Mayo de 1896.
“No estamos suficientemente dispuestos a importunar al Señor con nuestras pe-ticiones y pedirle el don del Espíritu Santo. El Señor quiere que lo importunemos con este asunto. Quiere que insistamos con nuestras peticiones ante el trono”. FE:537 (1909).
“La mayor y más urgente de todas nuestras necesidades es la de un reaviva-miento de la verdadera piedad en nuestro medio. Procurarlo debiera ser nuestra primera obra. Debe haber esfuerzos fervientes para obtener las bendiciones del Se-ñor, no porque Dios no esté dispuesto a conferirnos sus bendiciones, sino porque no estamos preparados para recibirlas. Nuestro Padre celestial está más dispuesto a dar su Espíritu Santo a los que se lo piden que los padres terrenales a dar buenas dádivas a sus hijos. Sin embargo, mediante la confesión, la humillación, el arrepentimiento y la oración ferviente nos corresponde cumplir con las condiciones en virtud de las cuales ha prometido Dios concedernos su bendición. Sólo en respuesta a la oración debe esperarse un reavivamiento”. 1MS:141 (1887).
“Debe haber un reavivamiento cabal entre nosotros. Debe haber un ministerio convertido. Debe haber confesiones, arrepentimiento y conversiones. Muchos que están predicando la Palabra necesitan la gracia transformadora de Cristo en sus co-razones. No debieran permitir que nada les impida hacer una obra cabal antes que sea demasiado tarde para siempre”. Carta 51, 1886.
“Deben producirse un reavivamiento y una reforma bajo el ministerio del Espíritu Santo. El reavivamiento y la reforma son dos cosas diferentes. El reavivamiento signi-fica una renovación de la vida espiritual, un avivamiento de las facultades de la mente y el corazón, una resurrección de la muerte espiritual. La reforma significa una reorganización, un cambio en ideas y teorías, en hábitos y prácticas. La reforma no producirá el buen fruto de justicia a menos que esté conectada con el reavivamiento del Espíritu. El reavivamiento y la reforma han de hacer su obra designada, y al hacerlo, deben fusionarse”. RH, 25 de Febrero de 1902.
“Cuando los obreros tengan un Cristo que more permanentemente en sus al-mas, cuando todo egoísmo esté muerto, cuando no haya rivalidad ni lucha por la supremacía, cuando exista unidad, cuando se santifiquen a sí mismos, de modo que se vea y sienta el amor mutuo, entonces las lluvias de gracia del Espíritu Santo vendrán sobre ellos tan ciertamente como que la promesa de Dios nunca faltará en una jota o tilde. Pero cuando es rebajada la obra de otros, para que los obreros puedan mostrar su propia superioridad, demuestran que su propia obra no lleva la señal que debiera. Dios no puede bendecirlos”. 1MS:206 (1896).
“Si subsistimos en el gran día del Señor, con Cristo como nuestro refugio y nuestra fortaleza, debemos abandonar toda envidia y toda contienda por la supremacía. Debemos destruir completamente la raíz de estas cosas impías para que no puedan surgir de nuevo a la vida. Debemos ponernos plenamente del lado del Señor”. CDCD:258 (1903).
“Desechen los cristianos todas las disensiones, y entréguense a Dios para salvar a los perdidos. Pidan con fe la bendición prometida, y ella les vendrá”. 3JT:211 (1904).
“El cristianismo se ha de revelar en el más tierno afecto mutuo... Cristo ha de re-cibir supremo amor de parte de los seres que ha creado. Y requiere que el hombre fomente una consideración sagrada por sus prójimos. Cada alma salvada lo será por el amor que comienza con Dios. La verdadera conversión es un cambio del egoísmo al amor santificado para Dios y al amor mutuo entre los hombres. 1MS:134-135 (1901).
“Los atributos que Dios más aprecia son la caridad y la pureza, y debieran ser estimados por todo cristiano”. 5T:85 (1882).
“El argumento más poderoso en favor del Evangelio es un cristiano amante y amable”. MC:373 (1905).
“Dios no aceptará nada menos que una entrega sin reservas. Los cristianos indi-ferentes y pecaminosos nunca podrán entrar en el cielo. No encontrarían felicidad en él, porque no saben nada de los principios elevados y santos que gobiernan a los miembros de la familia real. El verdadero cristiano mantiene abiertas hacia el cielo las ventanas del alma. Vive en compañerismo con Cristo. Su voluntad se conforma a la de Cristo. Su mayor deseo es llegar a ser más y más semejante a él. RH, 16 de Mayo de 1907.
“No podemos emplear al Espíritu Santo. El Espíritu ha de emplearnos a nosotros. Por el Espíritu obra Dios en su pueblo "así el querer como el hacer, por su buena vo-luntad" (Fil. 2:13). Pero muchos no quieren someterse a eso. Quieren manejarse a sí mismos. Esta es la razón por la cual no reciben el don celestial. Únicamente a aque-llos que esperan humildemente en Dios, que velan para tener su dirección y gracia, se da el Espíritu. DTG:626 (1898).
“Vi que nadie podrá participar del "refrigerio" a menos que haya vencido todas las tentaciones y triunfado del orgullo, el egoísmo, el amor: al mundo y toda palabra y obras malas. Por lo tanto, debemos acercarnos más y más al Señor y buscar an-helosamente la preparación necesaria que nos habilite para permanecer firmes en la batalla, en el día del Señor. PE:71 (1851).
“Nos toca a nosotros remediar los defectos de nuestro carácter, limpiar el tem-plo del alma de toda contaminación. Entonces la lluvia tardía caerá sobre nosotros como cayó la lluvia temprana sobre los discípulos en el día de Pentecostés. 2JT:69 (1882).
“No hay nada que Satanás tema tanto como que el pueblo de Dios despeje el camino quitando todo impedimento, de modo que el Señor pueda derramar su Espí-ritu sobre una iglesia decaída y una congregación impenitente... Cada tentación, cada influencia opositora, ya sea manifiesta o secreta, puede ser resistida con éxito, "no con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos" (Zac. 4:6). 1MS:144-145 (1887).
“Vendrá la lluvia tardía y la bendición de Dios llenará cada alma que esté puri-ficada de toda contaminación. Nuestra obra hoy es rendir nuestra alma a Cristo para que podamos ser hechos idóneos para el tiempo del refrigerio de la presencia del Señor: idóneos para el bautismo del Espíritu Santo. 1MS:223 (1892).
“Cuando las iglesias lleguen a ser iglesias vivientes y laboriosas, se les dará el Espíritu Santo en respuesta a su sincero pedido... Entonces se abrirán las ventanas del cielo para los aguaceros de la lluvia tardía. RH, 25 de Febrero de 1890.
“El gran derramamiento del Espíritu de Dios que ilumina toda la tierra con su glo-ria, no acontecerá hasta que tengamos un pueblo iluminado, que conozca por ex-periencia lo que significa ser colaboradores de Dios. Cuando nos hayamos consa-grado plenamente y de todo corazón al servicio de Cristo, Dios lo reconocerá por un derramamiento sin medida de su Espíritu; pero esto no ocurrirá mientras que la mayor parte de la iglesia no colabore con Dios. SC:314 (1896).
“Cuando la iglesia haya dejado de merecer el reproche de indolencia y pereza, el Espíritu de Dios se manifestará misericordiosamente. La potencia divina será re-velada. La iglesia verá las dispensaciones providenciales del Señor de los ejércitos”. 3JT:308 (1909).
“No necesitamos preocuparnos por la lluvia tardía. Todo lo que debemos hacer es mantener limpio el recipiente y ponerlo hacia arriba, listo para recibir la lluvia ce-lestial, y perseverar en oración: "Haz que la lluvia tardía llene mi vasija. Que la luz del ángel glorioso que se une con el tercer ángel brille en mí: dame una parte en la obra; déjame proclamar el mensaje; permíteme ser el colaborador de Jesucristo". Al buscar así a Dios, permítanme decirles que él está permanentemente preparándolos, dándoles su gracia”. ATO:281 (1891).
“La respuesta puede venir con celeridad repentina y con poder abrumador, o puede demorarse por días y semanas, y nuestra fe ser probada. Pero Dios sabe cómo y cuándo contestar nuestra oración. Nuestra parte del trabajo es ponernos en conexión con el canal divino. Dios es responsable por su parte del trabajo. Fiel es el que ha prometido. El asunto grande, e importante para nosotros es ser de un corazón y mente, desechando toda envidia y malicia y, como humildes suplicantes, velar y esperar. Jesús, nuestro Representante y Cabeza, está listo para hacer por nosotros lo que hizo por los que estaban orando y velando en el Día de Pentecostés. 3SP:272 (1878).
No tengo ningún tiempo específico del cual hablar, cuando se efectuará el de-rramamiento del Espíritu Santo, cuando descenderá del cielo el ángel poderoso y se unirá con el tercer ángel en la terminación de la obra en este mundo. Mi mensaje es que nuestra única seguridad radica en estar listos para el refrigerio celestial, con nuestras lámparas despabiladas y encendidas. 1MS:225 (1892).
“Se me mostró que si el pueblo de Dios no hace esfuerzos de su parte, sino que espera que el refrigerio descienda sobre ellos y elimine sus faltas y corrija sus errores; si depende de eso para limpiarse de la inmundicia de la carne y del espíritu, y alistarse para participar en el fuerte clamor del tercer ángel, será hallado falto”. 1T:619 (1867).
“¿Esperamos ver que se reavive toda la iglesia? Ese tiempo nunca llegará. Hay personas en la iglesia que no están convertidas y que no se unirán a la oración fer-viente y eficaz. Debemos hacer la obra individualmente. Debemos orar más y hablar menos”. 1MS:142 (1887).
“Podemos estar seguros de que cuando el Espíritu Santo sea derramado, los que no recibieron y apreciaron la lluvia temprana no verán ni entenderán el valor de la lluvia tardía”. TM:399 (1896).
“Sólo los que estén viviendo a la altura de la luz que tienen, recibirán más luz. Amenos que estemos avanzando diariamente en la ejemplificación de las virtudes cristianas activas, no reconoceremos las manifestaciones del Espíritu Santo en la lluvia tardía. Podrá estar derramándose en los corazones de los que están en torno de nosotros, pero no lo percibiremos ni lo recibiremos”. TM:507 (1897).
“Los que no hacen esfuerzos decididos, sino que simplemente esperan que el Espíritu Santo los fuerce a obrar, perecerán en las tinieblas. No habéis de sentaros tranquilamente y permanecer ociosos en la obra de Dios”. SC:283 (1903). EUD:187-200.
“Cuando sea proclamado el tercer mensaje, crece[rá] hasta convertirse en un fuerte clamor, y a medida que la obra final sea acompañada por gran poder y glo-ria, los fieles hijos de Dios participarán de esa gloria. La lluvia tardía es la que los revive y fortalece para que puedan pasar por el tiempo de angustia. 7CBA:995 (1862). EUD:205.
“La gran obra de evangelización no terminará con menor manifestación de poder divino que la que señaló el principio de ella. Las profecías que se cumplieron en tiempo de la efusión de la lluvia temprana, al principio del ministerio evangélico, deben volverse a cumplir en tiempo de la lluvia tardía...”. EUD:206-207.
“Cuando termine el mensaje del tercer ángel, la misericordia divina no interce-derá más por los habitantes culpables de la tierra. El pueblo de Dios habrá cumplido su obra; habrá recibido "la lluvia tardía", el "refrigerio de la presencia del Señor", y está preparado para la hora de prueba que le espera”. EUD:257-258.
“Que nuestro único propósito sea la gloria de Dios. No permitamos que haya nada que se interponga entre él y nosotros. Si continuamos conociendo al Señor, descubriremos que "como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra" (Ose. 6:3). Si somos participantes de la naturaleza divina, reflejaremos en nuestra vida y carácter la imagen de nuestro divino Señor. No podemos volvernos indolentes en la búsqueda de esta perfección de carácter. No podemos someternos pasivamente a lo que nos rodea, y pensar que otros realizarán la obra en lugar de nosotros. "Todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro" (1 Juan 3:3). Necesitamos ser obreros que trabajemos juntos con Dios. Para nosotros, la vida debe transformarse en un esfuerzo humilde y ferviente por lograr nuestra salvación con temor y temblor; y entonces morarán en nuestro corazón la fe, la esperanza y el amor, concediéndonos un adelanto de la recompensa que espera al vencedor.
Un enemigo decidido e implacable ha preparado sus ardides para engañar a cada alma que no esté preparada para enfrentarse con la prueba, ni protegida por constante oración y fe viviente. Nosotros no podemos protegernos de sus asaltos constantes, ni individualmente, ni como grupo; pero mediante la fuerza de Jesús se puede resistir exitosamente cada tentación y cada influencia opositora, sea abierta o secreta. Recuerden que "vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar" (1 Pedro 5:8). Por tanto, "sed sobrios, y velad". Historical Sketches:135-136. Exaltad a Jesús:327.
“Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”. 1 Juan 5:4.
“Dios conduce a su pueblo paso a paso. Coloca a sus seguidores en diferentes situaciones a fin de que se manifieste lo que hay en el corazón. Algunos soportan ciertas pruebas, pero fracasan en otras. A medida que se avanza en este proceso, el corazón es probado un poco más severamente. Si los que profesan ser hijos de Dios, encuentran que su corazón se opone a esta obra directa, deben convencerse de que tienen que hacer algo para vencer, si no quieren ser vomitados de la boca del Señor.
Dijo el ángel: "Dios irá probando cada vez más de cerca a cada uno de sus hijos". Algunos están dispuestos a aceptar un punto; pero cuando Dios los prueba en otro, lo rehuyen y retroceden, porque hiere directamente algún ídolo suyo. Así tienen oportunidad de ver lo que hay en su corazón que los aísla de Jesús. Hay algo que aprecian más que la verdad y su corazón no está preparado para recibir a Jesús. Los individuos son probados durante cierto tiempo para ver si quieren sacrificar sus ídolos y escuchar el consejo del Testigo fiel... Los que resisten en cada punto, que soportan cada prueba y vencen, a cualquier precio que sea, han escuchado el consejo del Testigo fiel y recibirán la lluvia tardía, y estarán preparados para la traslación”. 1JT:65.
“Dios prueba a su pueblo en este mundo. Este es el lugar donde hay que prepa-rarse para comparecer ante él. Aquí, en este mundo, en estos últimos días, las perso-nas pondrán en evidencia cuál es el poder que acepta sus corazones y controla sus acciones. Si es el poder de la verdad divina, conducirá a las buenas obras. Elevará al que lo recibe y lo transformará en una persona de corazón noble y generoso como su divino Señor. Pero si el corazón es controlado por los ángeles malignos, se demos-trará en diversas maneras. El fruto consistirá en egoísmo, codicia, orgullo y pasiones bajas.
El corazón es engañoso más que todas las cosas, y desesperadamente perverso. Los maestros de religión no están dispuestos a examinarse cuidadosamente para ver si están en la fe; y es pavoroso descubrir que muchos se apoyan en una esperanza falsa... Parecen creer que una profesión de la verdad los salvará. Cuando subyuguen los pecados que Dios odia, Jesús vendrá y cenará con ellos y ellos con él. Entonces obtendrán fuerzas de parte de Jesús, y se desarrollarán con él y serán capaces de decir en santo triunfo: "Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo" (1 Cor. 15:57). 1T:187-188.
“El tercer ángel está conduciendo a un pueblo paso a paso, cada vez más arri-ba. A cada paso será probado”. 1JT:66. Exaltad a Jesús:369.
“Se me señaló el momento cuando terminaría el mensaje del tercer ángel. El poder de Dios había reposado sobre sus hijos; habían terminado su obra y estaban preparados para la hora de prueba que les aguardaba. Habían recibido la lluvia tardía o refrigerio de la presencia del Señor, y el testimonio viviente se había reaviva-do en ellos. Por todas partes había resonado la postrera gran amonestación, agitan-do y enfureciendo a los moradores de la tierra que no habían querido recibir el men-saje”. HR:422.
El Zarandeo.-
“El 20 de Noviembre de 1857 me fue mostrado el pueblo de Dios, y lo vi podero-samente sacudido. Algunos, con robusta fe y clamores de agonía intercedían ante Dios. Estaban pálidos y sus rostros demostraban la profunda ansiedad resultante de su lucha interior. Gruesas gotas de sudor bañaban su frente; pero con todo, su aspecto manifestaba firmeza y fervor. De cuando en cuando brillaba en sus semblantes la señal de la aprobación de Dios, y nuevamente volvían a quedar en solemne, fer-vorosa y anhelante actitud.
Ángeles malos los rodeaban y los oprimían con sus tinieblas para ocultarles de la vista a Jesús y para que sus ojos se fijaran en la obscuridad circundante, a fin de in-ducirles a desconfiar de Dios y luego a murmurar contra él. Su única salvaguardia es-tribaba en mantener los ojos dirigidos hacia arriba, pues los ángeles de Dios estaban encargados de su pueblo y, mientras que la ponzoñosa atmósfera de los malos ángeles circundaba y oprimía a las ansiosas almas, los ángeles celestiales batían sin cesar las alas para disipar las densas tinieblas.
Vi que algunos no participaban en esta lucha e intercesión. Parecían indiferen-tes y negligentes. No resistían a las tinieblas que los envolvían, y éstas los encerraban como una espesa nube. Vi que los ángeles de Dios se apartaban de ellos y acudían en auxilio de los que se empeñaban en resistir con todas sus fuerzas a los ángeles malos y procuraban ayudarse, clamando perseverantemente a Dios. Pero los ánge-les nada hacían por quienes no procuraban ayudarse a sí mismos; y los perdí de vis-ta. Mientras los que oraban continuaban clamando con fervor, recibían a veces un rayo de luz que emanaba de Cristo para alentar su corazón e iluminar su rostro.
Pregunté cuál era el significado del zarandeo que yo había visto, y se me mostró que lo motivaría el directo testimonio que exige el consejo del Testigo fiel a la iglesia de Laodicea. Tendrá este consejo efecto en el corazón de quien lo reciba y le inducirá a ensalzar la norma y expresar claramente la verdad. Algunos no soportarán este testimonio directo, sino que se levantarán contra él. Esto es lo que causará un zarandeo en el pueblo de Dios.
El testimonio del Testigo no ha sido escuchado sino a medias. El solemne testi-monio, del cual depende el destino de la iglesia, se tiene en poca estima, cuando no se lo descarta por completo. Este testimonio ha de mover a profundo arrepenti-miento, y todos los que lo reciban sinceramente, le obedecerán y quedarán purifi-cados.
Dijo el ángel: "Escuchad". Pronto oí una voz que resonaba como si fueran mu-chos instrumentos musicales de acordes perfectos y armoniosos. Era incomparable-mente más melodiosa que cuantas músicas hubiera oído hasta entonces y parecía henchida de misericordia, compasión y gozo santo y enaltecedor. Conmovió todo mi ser. El ángel dijo: "Mirad". Fijé la atención entonces en la hueste que antes había visto tan violentamente sacudida. Vi a los que antes gemían y oraban con aflicción de espíritu. Los rodeaba doble número de ángeles custodios, y una armadura los cubría de pies a cabeza. Marchaban en perfecto orden firmemente, como una compañía de soldados. Sus semblantes delataban el severo conflicto que habían sobrellevado y la desesperada batalla que acababan de reñir. Sin embargo, sus ros-tros que llevaban la impresión grabada por la angustia, resplandecían ahora, ilumi-nados por la gloriosa luz del cielo. Habían logrado la victoria, y esto despertaba en ellos la más profunda gratitud y un gozo santo y sagrado.
El número de esta hueste había disminuido. Con el zarandeo, algunos fueron dejados a la vera del camino. Los descuidados e indiferentes que no se unieron con quienes apreciaban la victoria y la salvación lo bastante para perseverar en anhelar-las clamando angustiosamente por ellas, no las obtuvieron y quedaron rezagados en tinieblas; pero sus lugares fueron ocupados en seguida por otros, que se afiliaron a la hueste que había aceptado la verdad. Los ángeles malignos seguían agrupán-dose en su derredor, pero ningún poder tenían sobre ellos. Oí que los revestidos de la armadura proclamaban la verdad con gran poder, y ella producía su efecto. Vi a las personas que habían estado atadas: algunas esposas por sus consortes, y algunos hijos por sus padres. Los sinceros, a quienes hasta entonces se les había impedido oír la verdad, se adhirieron ardientemente a ella. Desvanecióse todo temor a los parien-tes. Tan sólo la verdad les parecía sublime, y la valoraban más que la misma vida. Habían tenido hambre y sed de verdad. Pregunté por la causa de tan profunda mu-danza y un ángel me respondió: "Es la lluvia tardía; el refrigerio de la presencia de Dios; el potente pregón del tercer ángel".
Formidable poder tenían aquellos escogidos. Dijo el ángel: "Mirad". Vi a los impíos, malvados e incrédulos. Estaban todos muy excitados. El celo y poder del pueblo de Dios los había enfurecido. Cundía entre ellos la confusión. Vi que tomaban medidas contra la hueste que tenía la luz y el poder de Dios. Pero esta hueste, aunque rodea-da por densas tinieblas se mantenía firme, aprobada por Dios y confiada en él. Los vi perplejos; luego los oí clamar a Dios ardientemente, sin cesar día y noche. Oí estas palabras: "¡Hágase, Señor, tu voluntad! Si ha de servir para gloria de tu nombre, dale a tu pueblo el medio de escapar. Líbranos de los paganos que nos rodean. Nos han sentenciado a muerte; pero tu brazo puede salvarnos". Estas son todas las palabras que puedo recordar. Todos mostraban honda convicción de su insuficiencia y mani-festaban completa sumisión a la voluntad de Dios. Sin embargo, todos sin excepción, como Jacob, oraban y luchaban fervorosamente por su liberación.
Poco después que estos seres humanos iniciaron su anhelante clamor, los ánge-les, movidos a compasión quisieron ir a librarlos; pero un ángel alto y de aspecto im-ponente no lo consintió, y dijo: "Todavía no está cumplida la voluntad de Dios. Han de beber del cáliz. Han de ser bautizados con el bautismo".
Pronto oí la voz de Dios que estremecía cielos y tierra. Hubo un gran terremoto. Por doquiera se derrumbaban los edificios. Oí entonces un triunfante cántico de vic-toria, un cántico potente, armonioso y claro. Miré a la hueste que poco antes estaba en tan angustiosa esclavitud y vi que su cautividad había cesado. La iluminaba una refulgente luz. ¡Cuán hermosos parecían entonces! Se había desvanecido todo rastro de inquietud y fatiga, y cada rostro rebosaba salud y belleza. Sus enemigos, los pa-ganos que los rodeaban, cayeron como muertos, porque no les era posible resistir la luz que iluminaba a los santos libertados. Esta luz y gloria permanecieron sobre ellos hasta que apareció Jesús en las nubes del cielo, y la fiel y probada hueste fue trans-formada en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, de gloria en gloria. Se abrieron los sepulcros y resucitaron los santos, revestidos de inmortalidad, exclamando: "¡Vic-toria sobre la muerte y el sepulcro!" Y juntamente con los santos vivos fueron arreba-tados al encuentro de su Señor en el aire, mientras que toda lengua inmortal emitía hermosas y armónicas aclamaciones de gloria y victoria”. 1JT:60-64

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