F T Wright .En el Santuario
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Es en Levítico 4 que nosotros hallamos la descrip¬ción del servicio, por el cual el penitente alcan-zaba el perdón y la limpieza de su pecado en la experiencia diaria. Nosotros somos familiares con los simples hechos de la ceremonia. Ellos son fácilmente leídos, entendidos y aprendidos con la mente in-telectual. Pero hemos de aprender a aplicar el significado espiritual de esos simples hechos antes que tengan un valor real pa¬ra nosotros. Antes de buscar la lección espiritual y apli¬cación, revisemos los simples hechos del caso. En Levítico 4, la instrucción es dada en cuanto a lo que había de ser hecho si el sacerdote ungido, versículos 3-12, to¬da la congregación, versículos 27-35, había pecado por ignorancia de cualesquiera de los mandamientos. En cada caso, una víctima había de ser traída a la puerta del santuario, el pecado confesado sobre su cabeza, la víctima inmolada y su sangre recogida en una vasija.
En el caso de los dos primeros, el sacerdote, y toda la congregación, la sangre era llevada al lugar santo y ro¬ciada siete veces delante de¡ velo y sobre los cuatro cuernos del altar del incienso. El resto de la sangre era llevada y esparcida al pie del altar del sacrificio. El cuer¬po del animal muerto era llevado afuera del campa¬mento y quemado, después que el cebo y los riñones hablan sido quemados sobre el altar del sacrificio. Pero, con el gobernante y la persona común, la sangre no era llevada al interior, sino derramada al pie del altar del sacrificio, y el cuerpo del animal no era llevado fuera del campo y que-mado como en los otros casos.
En Levítico 4, ninguna información se da en cuanto a lo que debía ser hecho con el cuerpo del animal en los últimos dos caso, pero la hallamos en Levítico 6:25-30 y 10:16-20. Allí es descrita la ley de la ofrenda, que es el tema de Levítico 4. Es establecido que cuando la sangre no era llevada dentro del santuario, entonces la carne había de ser comida por el sacerdote. El peca¬do era transferido al santuario por medio de los sacer¬dotes. Todo esto era enseñar por lección objetiva las grandes verdades de la expiaci6n o purificación del pe¬cado en el servicio diario. Era enseñar al pueblo y a ti y a mi precisamente lo que está involucrado en la con¬fesi6n aceptable. Así que, con los hechos ante no¬sotros, y con la ayuda y dirección del Espíritu de Profe¬cía, investiguemos el significado y las bendiciones de todo esto.
El primero y obvio hecho es que ese servicio era su¬ministrado debido al pecado para que ese pe-cado pu¬diera ser quitado del pecador y transferido al santuario. El pecado al que se refiere específica-mente en Levítico 4, era a todo pecado de ignorancia. Ahora es evidente que mientras ese pecado per-manecía un pecado de ig¬norancia, nada habla que pudiera ser hecho acerca de él. Pero cuando se co-nocía, como está escrito en los versículos 14, y 28, entonces podía ser confesado. Re¬velar y convencer a la gente de pecado es la obra del Espíritu Santo, "Y cuando él viniere redargüirá [o con¬vencerá] al mundo de pecado (Juan 6:8).
Si esa con¬vicción no es resistida, guiará al arrepentimiento que es también el don de Dios por medio del Espíritu Santo. "A éste ha Dios ensalzado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar á Israel arrepentimiento y remisión de pecados" (Hechos 5:31). Tan imposible es arrepentirse si el Espíritu de Cristo no despierta la conciencia como lo es obtener el perdón sin Cristo, (El Camino a Cristo:49). Así que por la administración de la palabra aplicada por medio del Espíritu, el individuo es traído al lugar donde ve que esa cosa en su vida es pe¬caminosa y debe ser quitada.
Pero, este es un punto clave, porque si él tiene un verdadero entender de la ciencia de la salvación, reconocerá que su problema de pecado es más, y mucho más de lo que él ha hecho. Conocerá que eso no es problema real en absoluto. El problema real no es lo que él ha hecho, sino lo que él es. Debe ser muy claro que entender lo que el problema real es, es esencial pa¬ra la redención de una verdadera confesión aceptable delante de Dios. Es un hecho que si el pecador viene al santuario, preocupado solamente de lo que ha hecho, y sólo suplica perdón por eso, entonces ciertamente sale sin limpieza y sin perdón.
El problema real es la pecaminosidad del individuo - lo que él es - ese espíritu en él, que produce las ma¬las acciones. Este es el problema inmediato que demanda urgente solución, pero que debe ser re-cordado que aún detrás de eso, están las ideas y teorías equivo¬cadas de las cuales Satanás toma ventaja. Aun cuando no puede ser todavía reconocido por lo que es, permítase que la apariencia misma del espí-ritu malo, y las malas acciones consecuentes, nos indiquen que hay un trabajo real de escudriñamiento de corazón para ser hecho para hallar este problema básico.
Que esta es una tarea difícil es cierto por el hecho de que es muy humano el aferrarnos a nuestras propias ideas y opi¬niones acariciadas.
Pero, mientras no es posible ver en el instante las ideas y teorías equivocadas detrás de todo, es posible ver el espíritu malo que el diablo ha generado en no¬sotros, y debe ser entendido que hasta que sea tratado con esto, las malas acciones continuarán. De ese espíritu debemos ser limpios y libres, exac-tamente como fueron los apóstoles en la víspera de la crucifixión.
Unicamente cuando se trata con eso, será resuelto el problema de lo que nosotros hacemos. No obstante, parece que todo lo que preocupa a la mayoría de per¬sonas es lo que ellas hacen, mientras completamente fallan en ver que lo que ellas hacen es solamente la re¬velación de lo que ellas son. Es el plan de Dios que el fruto de nuestra vida sirva para mostrarnos claramente lo que nosotros somos. Es por estos medios que un ár¬bol sólo puede ser identificado por los frutos que pro¬duce. No permita ninguno ser engañado aquí. Mira ho¬nestamente los hechos de tu vida y lee en ellos perfec¬tamente una revelación exacta de la persona que real¬mente eres.
Esta verdad está claramente establecida en las pa¬labras de inspiración como sigue: El momento de tentación en que posiblemente se caiga en pecado gravoso no crea el mal que se manifiesta; sólo de-sarrolla o reve¬la lo que estaba latente y oculto en el corazón. 'Porque cual es su pensamiento en su co-razón, tal es él, ya que del corazón 'mana la vida' (Prov. 23:7;4:23). (Discurso Maestro Jesucristo:54).
Esto indica que lo que nosotros hacemos no es sino el fruto de lo que nosotros somos, entonces es impo¬sible para nosotros hacer lo bueno hasta que primero lleguemos hacer buenos. Este hecho es tan fundamen¬tal e importante que perderlo, es perder todo el mensa¬je de justicia y ciertamente fracasar en rendir una confe¬sión que Dios puede aceptar como la condición para dar su perdón y limpieza. Esta verdad está enfática¬mente enseñada y llanamente establecida en la Palabra de Dios en realidad: "No hay verdad tan claramente enseñada por la Biblia como la de que lo que hacemos, es resultado de lo que somos" (La Educación:141).
Mientras es verdad que en primer sentido, estas palabras se aplican al hombre antes de ser con-vertido ellas tienen también su aplicación a las cosas después de la conversión. El creyente que ha sido redimido del poder del pecado, tiene ahora la perfecta y divina naturaleza de Cristo en él, y también la naturaleza humana caída y pecadora. Esta última no ha de ser confundida con la mente carnal que está en enemistad contra Dios y no puede sujetarse a El, y que fue removida en la libe¬ración de la esclavitud.
Fundamentada en esa naturaleza humana hay una gran cantidad de educación mala en la forma de esas ideas y teorías equivocadas. Ellas son parte de nosotros tanto que a cualquier grado que estén allí, debe ser dicho que son lo que nosotros somos. Lo mismo es ver¬dad de cualquier sentimiento y espíritu malos que estén desarrollados en nosotros a causa de las ideas y teorías equivocadas. Así que, cuando la referencia es hecha a lo que nosotros somos en la obra de reforma, no nos referimos al cuerpo que permanece pecador por toda nuestra vida. Ni nos estamos refiriendo a la naturaleza espiritual que reci-bimos de Satanás por medio de Adán, cuya naturaleza es erradicada y reemplazada por la naturaleza pura de Cristo cuando somos nacidos otra vez. Sino nos estamos refiriendo a la mente y a los sen-timientos y espíritu equivocados generados por nues¬tras malas elecciones.
Esto significa que mientras como cristianos poseídos de la naturaleza de Dios en el alma, nosotros haremos una gran cantidad de bien y manifestaremos algunas hermosas características. Pero, en ciertas áreas halla¬mos que estamos haciendo mal si le permitimos al diablo tomar ventaja de la parte que no son reformadas en nuestra vida. Ha de ser enfatizado que aun cuando tengamos ideas y teorías equivocadas, no necesitamos pecar, porque es haciendo del Salvador nuestra sabiduría y guía que noso-tros podemos todavía estar segu¬ros. Pero si hemos permitido al diablo desarrollar un es¬píritu malo en nosotros, mientras esté allí, ciertamente haremos y continuaremos haciendo el mal en esa área hasta de-jar de ser lo que somos en ese campo.
Para algunos, las diferencias y similitudes pueden ser un poco difícil de seguir, especialmente a la luz de esta justa y breve explicación. Este estudio es demasiado corto para cubrir todo aspecto del pro-blema. Antes, es propuesto ser una guía práctica para los cristianos con¬vertidos en cuanto a lo que se debe hacer cuando cometen pecados. Se propone mostrar cómo la confesión aceptable tomará cuidado de estos problemas. Para una explicación más completa y detallada de la esfera total del problema, no-sotros recomendamos otra vez que sea estudiado el libro Reavivamiento y Reforma.
El sacrificio provisto en Levítico 4 era para los peca¬dos de ignorancia por parte del pueblo, la congrega¬ción, el sacerdote o gobernante. Es un hecho definitivo que cuando uno es nacido de nuevo, mientras que el Señor erradica todo un catálogo de pecados y mal para reemplazarlos con su propia jus-ticia, permanecen toda¬vía muchas cosas en la vida que aun no sabemos que son mal en ese tiempo. Es-tos son lo pecados de igno¬rancia y el Señor los cubre con su justicia imputada mientras sale a trabajar en el lento y difícil proceso de traernos al lugar donde veamos estas cosas por lo que ellas realmente son.
Ninguno puede confesar un pecado de ignorancia mientras permanece ignorante de su existencia en su vida. Primero, debe venir al lugar donde puede verlo como él es, y debe estar convencido de la pecaminosi¬dad de esa cosa. Só1o entonces él puede confesarlo y abandonarlo. Por supuesto, es la obra del Espíritu San¬to traer esta convicción, y busca hacer esto a través de la Palabra. Pero con mucha fre-cuencia, como fue con los apóstoles en los días de Cristo, esto no alcanza éxito. Aun cuando El gastó tres años y medio tratando educar a esos hombres para ver la verdad con relación a su reino, ha de ser dicho que no tuvo éxito en cambia sus mentes por declaraciones directas.
Esto significa que otros métodos debían cumplir lo que el primer método falló en lograr, aun cuando ellos son más dolorosos y humillantes para el individuo. El otro método implica esperar hasta que la prueba inevi¬table de tentación saque los males escondidos y laten¬tes del interior como se hizo con los primeros discípulos de Cristo.
Aun entonces el esfuerzo del Señor con frecuencia fracasa, porque cuando un individuo se halla en un problema real, su tendencia es culpar a otros antes que a él mismo por sus dificultades. Cuando otra persona hace cosas que produce en él un espíritu de resenti¬miento, dolor, envidia u odio, entonces en lugar de es¬tar agradecido porque la situación fue permitida para que pudiera verse a sí mismo como él es, culpa a la otra persona por todos sus problemas, diciéndose a sí mis¬mo y a otros que si tan sólo la tal persona no le hubiera hecho esto, no habría reaccionado como lo hizo. Este punto es hecho en la de-claración siguiente.
"Usted está continuamente hallando faltas de cir¬cunstancias, que no es menos que hallar falta de provi¬dencias. Usted está continuamente buscando a alguien o algo que ocupe el lugar de un azazel, so-bre el cual usted puede colocar la culpa que lo trajo a una posición para sentir y hablar indignamente de un cristiano. En vez de censurarse usted mismo por sus defectos, censu¬ra las circunstancias y ocasiones que lo condujeron a desarrollar los rasgos en su carácter que duermen o se esconden debajo de la super-ficie, a menos que algo surja para agitarlos y sacarlos a vida y acción. Entonces ellos aparecen en toda su deformidad y poder" (Testi¬monies, tomo 2, pág. 571).
Es trágico que la gente reacciona de esa manera en las tentaciones y presiones de la vida, porque la cosa misma que le hubiera traído revelación esencial de uno mismo, en cambio sirve solamente para aumentar el mal en la vida. Que cada uno evite semejante reacción. Más bien, que cada uno decida que él estudiará, no las acciones de la otra persona contra él, sino sus propias reacciones hacia las acciones del otro. Siempre sea re¬cordado que nunca seremos juzgados por las acciones que otro hace contra no-sotros, sino por causa de nues¬tras propias reacciones hacia sus acciones.
Si nosotros desarrollamos esta actitud hacia todas las pruebas y aflicciones de la vida, entonces cuando halla¬mos el surgimiento de un espíritu que no es justo, debe¬mos conocerlo como siendo una re-velación de algo que existe dentro de nosotros, una ilustración de lo que somos en esa área particular de nuestra vida, y conoce¬remos que mientras esa cosa esté allí, ciertamente con¬tinuaremos cometiendo error porque nosotros lo co¬meteremos debido a lo que somos internamente. En¬tonces debemos ir al Se-ñor a buscar el remedio para la raíz misma del problema en nosotros.
Así es que el creyente inteligente sabe que él tiene el problema no sólo por lo que ha hecho sino por lo que él es en naturaleza. Sabe que hay vida mala en él y debe deshacerse de ella antes de poder cesar de co¬meter la cosa mala. Y con corazón alegre y gozoso sabe que en el ministerio del santuario hay completa provi¬sión para sus necesidades. El sabe que si se confiesa, Dios es fiel y justo para perdonar su pecado y limpiarlo de toda iniquidad que él ha visto y verdaderamente confesado.
Así que ahora, habiéndose arrepentido del pecado que fue triado a su conocimiento por el Espíritu Santo, está listo para hacer confesión total y aceptable en la puerta del santuario. El no viene temblando y temero¬so, porque sabe que el Señor está esperándolo para recibir su pecado y al mismo tiempo impar-tirle una nueva vida. No viene con liviandad ni descuidadamente, sino con una profunda penitencia que acompaña siempre al verdadero arrepentimiento.
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Es en Levítico 4 que nosotros hallamos la descrip¬ción del servicio, por el cual el penitente alcan-zaba el perdón y la limpieza de su pecado en la experiencia diaria. Nosotros somos familiares con los simples hechos de la ceremonia. Ellos son fácilmente leídos, entendidos y aprendidos con la mente in-telectual. Pero hemos de aprender a aplicar el significado espiritual de esos simples hechos antes que tengan un valor real pa¬ra nosotros. Antes de buscar la lección espiritual y apli¬cación, revisemos los simples hechos del caso. En Levítico 4, la instrucción es dada en cuanto a lo que había de ser hecho si el sacerdote ungido, versículos 3-12, to¬da la congregación, versículos 27-35, había pecado por ignorancia de cualesquiera de los mandamientos. En cada caso, una víctima había de ser traída a la puerta del santuario, el pecado confesado sobre su cabeza, la víctima inmolada y su sangre recogida en una vasija.
En el caso de los dos primeros, el sacerdote, y toda la congregación, la sangre era llevada al lugar santo y ro¬ciada siete veces delante de¡ velo y sobre los cuatro cuernos del altar del incienso. El resto de la sangre era llevada y esparcida al pie del altar del sacrificio. El cuer¬po del animal muerto era llevado afuera del campa¬mento y quemado, después que el cebo y los riñones hablan sido quemados sobre el altar del sacrificio. Pero, con el gobernante y la persona común, la sangre no era llevada al interior, sino derramada al pie del altar del sacrificio, y el cuerpo del animal no era llevado fuera del campo y que-mado como en los otros casos.
En Levítico 4, ninguna información se da en cuanto a lo que debía ser hecho con el cuerpo del animal en los últimos dos caso, pero la hallamos en Levítico 6:25-30 y 10:16-20. Allí es descrita la ley de la ofrenda, que es el tema de Levítico 4. Es establecido que cuando la sangre no era llevada dentro del santuario, entonces la carne había de ser comida por el sacerdote. El peca¬do era transferido al santuario por medio de los sacer¬dotes. Todo esto era enseñar por lección objetiva las grandes verdades de la expiaci6n o purificación del pe¬cado en el servicio diario. Era enseñar al pueblo y a ti y a mi precisamente lo que está involucrado en la con¬fesi6n aceptable. Así que, con los hechos ante no¬sotros, y con la ayuda y dirección del Espíritu de Profe¬cía, investiguemos el significado y las bendiciones de todo esto.
El primero y obvio hecho es que ese servicio era su¬ministrado debido al pecado para que ese pe-cado pu¬diera ser quitado del pecador y transferido al santuario. El pecado al que se refiere específica-mente en Levítico 4, era a todo pecado de ignorancia. Ahora es evidente que mientras ese pecado per-manecía un pecado de ig¬norancia, nada habla que pudiera ser hecho acerca de él. Pero cuando se co-nocía, como está escrito en los versículos 14, y 28, entonces podía ser confesado. Re¬velar y convencer a la gente de pecado es la obra del Espíritu Santo, "Y cuando él viniere redargüirá [o con¬vencerá] al mundo de pecado (Juan 6:8).
Si esa con¬vicción no es resistida, guiará al arrepentimiento que es también el don de Dios por medio del Espíritu Santo. "A éste ha Dios ensalzado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar á Israel arrepentimiento y remisión de pecados" (Hechos 5:31). Tan imposible es arrepentirse si el Espíritu de Cristo no despierta la conciencia como lo es obtener el perdón sin Cristo, (El Camino a Cristo:49). Así que por la administración de la palabra aplicada por medio del Espíritu, el individuo es traído al lugar donde ve que esa cosa en su vida es pe¬caminosa y debe ser quitada.
Pero, este es un punto clave, porque si él tiene un verdadero entender de la ciencia de la salvación, reconocerá que su problema de pecado es más, y mucho más de lo que él ha hecho. Conocerá que eso no es problema real en absoluto. El problema real no es lo que él ha hecho, sino lo que él es. Debe ser muy claro que entender lo que el problema real es, es esencial pa¬ra la redención de una verdadera confesión aceptable delante de Dios. Es un hecho que si el pecador viene al santuario, preocupado solamente de lo que ha hecho, y sólo suplica perdón por eso, entonces ciertamente sale sin limpieza y sin perdón.
El problema real es la pecaminosidad del individuo - lo que él es - ese espíritu en él, que produce las ma¬las acciones. Este es el problema inmediato que demanda urgente solución, pero que debe ser re-cordado que aún detrás de eso, están las ideas y teorías equivo¬cadas de las cuales Satanás toma ventaja. Aun cuando no puede ser todavía reconocido por lo que es, permítase que la apariencia misma del espí-ritu malo, y las malas acciones consecuentes, nos indiquen que hay un trabajo real de escudriñamiento de corazón para ser hecho para hallar este problema básico.
Que esta es una tarea difícil es cierto por el hecho de que es muy humano el aferrarnos a nuestras propias ideas y opi¬niones acariciadas.
Pero, mientras no es posible ver en el instante las ideas y teorías equivocadas detrás de todo, es posible ver el espíritu malo que el diablo ha generado en no¬sotros, y debe ser entendido que hasta que sea tratado con esto, las malas acciones continuarán. De ese espíritu debemos ser limpios y libres, exac-tamente como fueron los apóstoles en la víspera de la crucifixión.
Unicamente cuando se trata con eso, será resuelto el problema de lo que nosotros hacemos. No obstante, parece que todo lo que preocupa a la mayoría de per¬sonas es lo que ellas hacen, mientras completamente fallan en ver que lo que ellas hacen es solamente la re¬velación de lo que ellas son. Es el plan de Dios que el fruto de nuestra vida sirva para mostrarnos claramente lo que nosotros somos. Es por estos medios que un ár¬bol sólo puede ser identificado por los frutos que pro¬duce. No permita ninguno ser engañado aquí. Mira ho¬nestamente los hechos de tu vida y lee en ellos perfec¬tamente una revelación exacta de la persona que real¬mente eres.
Esta verdad está claramente establecida en las pa¬labras de inspiración como sigue: El momento de tentación en que posiblemente se caiga en pecado gravoso no crea el mal que se manifiesta; sólo de-sarrolla o reve¬la lo que estaba latente y oculto en el corazón. 'Porque cual es su pensamiento en su co-razón, tal es él, ya que del corazón 'mana la vida' (Prov. 23:7;4:23). (Discurso Maestro Jesucristo:54).
Esto indica que lo que nosotros hacemos no es sino el fruto de lo que nosotros somos, entonces es impo¬sible para nosotros hacer lo bueno hasta que primero lleguemos hacer buenos. Este hecho es tan fundamen¬tal e importante que perderlo, es perder todo el mensa¬je de justicia y ciertamente fracasar en rendir una confe¬sión que Dios puede aceptar como la condición para dar su perdón y limpieza. Esta verdad está enfática¬mente enseñada y llanamente establecida en la Palabra de Dios en realidad: "No hay verdad tan claramente enseñada por la Biblia como la de que lo que hacemos, es resultado de lo que somos" (La Educación:141).
Mientras es verdad que en primer sentido, estas palabras se aplican al hombre antes de ser con-vertido ellas tienen también su aplicación a las cosas después de la conversión. El creyente que ha sido redimido del poder del pecado, tiene ahora la perfecta y divina naturaleza de Cristo en él, y también la naturaleza humana caída y pecadora. Esta última no ha de ser confundida con la mente carnal que está en enemistad contra Dios y no puede sujetarse a El, y que fue removida en la libe¬ración de la esclavitud.
Fundamentada en esa naturaleza humana hay una gran cantidad de educación mala en la forma de esas ideas y teorías equivocadas. Ellas son parte de nosotros tanto que a cualquier grado que estén allí, debe ser dicho que son lo que nosotros somos. Lo mismo es ver¬dad de cualquier sentimiento y espíritu malos que estén desarrollados en nosotros a causa de las ideas y teorías equivocadas. Así que, cuando la referencia es hecha a lo que nosotros somos en la obra de reforma, no nos referimos al cuerpo que permanece pecador por toda nuestra vida. Ni nos estamos refiriendo a la naturaleza espiritual que reci-bimos de Satanás por medio de Adán, cuya naturaleza es erradicada y reemplazada por la naturaleza pura de Cristo cuando somos nacidos otra vez. Sino nos estamos refiriendo a la mente y a los sen-timientos y espíritu equivocados generados por nues¬tras malas elecciones.
Esto significa que mientras como cristianos poseídos de la naturaleza de Dios en el alma, nosotros haremos una gran cantidad de bien y manifestaremos algunas hermosas características. Pero, en ciertas áreas halla¬mos que estamos haciendo mal si le permitimos al diablo tomar ventaja de la parte que no son reformadas en nuestra vida. Ha de ser enfatizado que aun cuando tengamos ideas y teorías equivocadas, no necesitamos pecar, porque es haciendo del Salvador nuestra sabiduría y guía que noso-tros podemos todavía estar segu¬ros. Pero si hemos permitido al diablo desarrollar un es¬píritu malo en nosotros, mientras esté allí, ciertamente haremos y continuaremos haciendo el mal en esa área hasta de-jar de ser lo que somos en ese campo.
Para algunos, las diferencias y similitudes pueden ser un poco difícil de seguir, especialmente a la luz de esta justa y breve explicación. Este estudio es demasiado corto para cubrir todo aspecto del pro-blema. Antes, es propuesto ser una guía práctica para los cristianos con¬vertidos en cuanto a lo que se debe hacer cuando cometen pecados. Se propone mostrar cómo la confesión aceptable tomará cuidado de estos problemas. Para una explicación más completa y detallada de la esfera total del problema, no-sotros recomendamos otra vez que sea estudiado el libro Reavivamiento y Reforma.
El sacrificio provisto en Levítico 4 era para los peca¬dos de ignorancia por parte del pueblo, la congrega¬ción, el sacerdote o gobernante. Es un hecho definitivo que cuando uno es nacido de nuevo, mientras que el Señor erradica todo un catálogo de pecados y mal para reemplazarlos con su propia jus-ticia, permanecen toda¬vía muchas cosas en la vida que aun no sabemos que son mal en ese tiempo. Es-tos son lo pecados de igno¬rancia y el Señor los cubre con su justicia imputada mientras sale a trabajar en el lento y difícil proceso de traernos al lugar donde veamos estas cosas por lo que ellas realmente son.
Ninguno puede confesar un pecado de ignorancia mientras permanece ignorante de su existencia en su vida. Primero, debe venir al lugar donde puede verlo como él es, y debe estar convencido de la pecaminosi¬dad de esa cosa. Só1o entonces él puede confesarlo y abandonarlo. Por supuesto, es la obra del Espíritu San¬to traer esta convicción, y busca hacer esto a través de la Palabra. Pero con mucha fre-cuencia, como fue con los apóstoles en los días de Cristo, esto no alcanza éxito. Aun cuando El gastó tres años y medio tratando educar a esos hombres para ver la verdad con relación a su reino, ha de ser dicho que no tuvo éxito en cambia sus mentes por declaraciones directas.
Esto significa que otros métodos debían cumplir lo que el primer método falló en lograr, aun cuando ellos son más dolorosos y humillantes para el individuo. El otro método implica esperar hasta que la prueba inevi¬table de tentación saque los males escondidos y laten¬tes del interior como se hizo con los primeros discípulos de Cristo.
Aun entonces el esfuerzo del Señor con frecuencia fracasa, porque cuando un individuo se halla en un problema real, su tendencia es culpar a otros antes que a él mismo por sus dificultades. Cuando otra persona hace cosas que produce en él un espíritu de resenti¬miento, dolor, envidia u odio, entonces en lugar de es¬tar agradecido porque la situación fue permitida para que pudiera verse a sí mismo como él es, culpa a la otra persona por todos sus problemas, diciéndose a sí mis¬mo y a otros que si tan sólo la tal persona no le hubiera hecho esto, no habría reaccionado como lo hizo. Este punto es hecho en la de-claración siguiente.
"Usted está continuamente hallando faltas de cir¬cunstancias, que no es menos que hallar falta de provi¬dencias. Usted está continuamente buscando a alguien o algo que ocupe el lugar de un azazel, so-bre el cual usted puede colocar la culpa que lo trajo a una posición para sentir y hablar indignamente de un cristiano. En vez de censurarse usted mismo por sus defectos, censu¬ra las circunstancias y ocasiones que lo condujeron a desarrollar los rasgos en su carácter que duermen o se esconden debajo de la super-ficie, a menos que algo surja para agitarlos y sacarlos a vida y acción. Entonces ellos aparecen en toda su deformidad y poder" (Testi¬monies, tomo 2, pág. 571).
Es trágico que la gente reacciona de esa manera en las tentaciones y presiones de la vida, porque la cosa misma que le hubiera traído revelación esencial de uno mismo, en cambio sirve solamente para aumentar el mal en la vida. Que cada uno evite semejante reacción. Más bien, que cada uno decida que él estudiará, no las acciones de la otra persona contra él, sino sus propias reacciones hacia las acciones del otro. Siempre sea re¬cordado que nunca seremos juzgados por las acciones que otro hace contra no-sotros, sino por causa de nues¬tras propias reacciones hacia sus acciones.
Si nosotros desarrollamos esta actitud hacia todas las pruebas y aflicciones de la vida, entonces cuando halla¬mos el surgimiento de un espíritu que no es justo, debe¬mos conocerlo como siendo una re-velación de algo que existe dentro de nosotros, una ilustración de lo que somos en esa área particular de nuestra vida, y conoce¬remos que mientras esa cosa esté allí, ciertamente con¬tinuaremos cometiendo error porque nosotros lo co¬meteremos debido a lo que somos internamente. En¬tonces debemos ir al Se-ñor a buscar el remedio para la raíz misma del problema en nosotros.
Así es que el creyente inteligente sabe que él tiene el problema no sólo por lo que ha hecho sino por lo que él es en naturaleza. Sabe que hay vida mala en él y debe deshacerse de ella antes de poder cesar de co¬meter la cosa mala. Y con corazón alegre y gozoso sabe que en el ministerio del santuario hay completa provi¬sión para sus necesidades. El sabe que si se confiesa, Dios es fiel y justo para perdonar su pecado y limpiarlo de toda iniquidad que él ha visto y verdaderamente confesado.
Así que ahora, habiéndose arrepentido del pecado que fue triado a su conocimiento por el Espíritu Santo, está listo para hacer confesión total y aceptable en la puerta del santuario. El no viene temblando y temero¬so, porque sabe que el Señor está esperándolo para recibir su pecado y al mismo tiempo impar-tirle una nueva vida. No viene con liviandad ni descuidadamente, sino con una profunda penitencia que acompaña siempre al verdadero arrepentimiento.
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