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Confesion Aceptable, F T Wright

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Mensaje por Admin Mar Ene 25, 2011 8:58 am

Confesion Aceptable, F T Wright

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Cuando, como un cristiano profeso, te arrodillas en oración y haces una confesión de pecado y pides el perdón por ese pecado, entonces te levantas, dando por seguro que Dios ha oído esa oración y que tu pecado es perdonado.
Nada hay más seguro que Él escuchó tu oración y perdonó tus pecados, con tal de que hayas cumplido las simples condiciones requeridas por la confesión aceptable. Es igualmente cierto que El no te ha perdo¬nado si has fallado en cumplir todas las condiciones, aun cuando puedas estar completamen-te satisfecho de que fuiste perdonado.

Eso puede parecer como una conmovedora decla¬ración para algunos, pero no obstante, ella es una simple y sólida verdad bíblica. Es seguro decir y no¬sotros creemos, aunque muy pocos lo reconocen, que miles de cristianos profesos felizmente creen que todos sus pecados son perdonados cuando en realidad no lo son, y mientras piensan que han sido libres de la plena responsabilidad, están llevando todavía la carga total sobre sí mismos. Por lo tanto, el que vive en esta si¬tuaci6n está en un terrible peligro, porque, aunque él piense que está salvo y seguro en la salvación de Dios, no tiene en realidad esa seguridad.

A nosotros se nos amonesta en la Palabra de Dios que "el corazón es engañoso sobre todas las co-sas, y desesperadamente perverso. Los que profesan religión no están dispuestos a examinarse a sí mismos para ver si están en la fe; y es un terrible hecho que muchos se apoyan en una falsa esperanza" (Testimonies tomo 1, pág. 188). Así es de vital importancia que cada uno de¬biera reexaminar cuidado-samente este importante te¬ma a la luz de la Palabra para ver si sus pies están real¬mente sobre un fun-damento sólido. El único funda¬mento sobre el cual el hombre puede con éxito edificar, es una com-prensión verdadera, adecuada y práctica de la Palabra de Verdad. La grande y preciosa promesa con re-lación a la confesión está en 1 Juan 1:9. "Si confesamos nuestros pecados, el es fiel y justo para que nos perdones nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad".

En esta promesa, Dios nos ofrece claramente dos bendiciones esenciales la bendición del perdón y la bendición de la limpieza, porque el texto expresamente dice, "él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad". Y, el más pre¬cioso pensamiento, ¿está El indispuesto a realizar este trabajo? ¡Oh no! Al contrario, está bastante ansioso de hacerlo. Él anhela su realización. Todo su corazón de amor es atraído por el más inexpresable deseo de que su pueblo venga para que libre y plenamente reciba el don en desbordante abundancia como leemos, "Por¬que la voluntad de Dios es vuestra santificación" (1 Te¬s. 4:3). "No temáis, manada pequeña; por¬que al Padre ha placido daros el reino" (Lucas 12:32). "El Salvador se inclina hacia el alma adquirida por su sangre, diciendo con inefable ternura y compasi6n: '¿Quieres ser sano?"' (DTG:173). "Jesús desea reconciliamos con El, quiere ver su pureza y su santidad reflejadas en vo¬sotros" (El Camino a Cristo:114). Sus manos es¬tán llenas de las grandes bendiciones que anhela y de¬sea otorgar a vosotros.

Pero Él se inclina a actuar solamente en justicia, y por lo tanto, nada puede darnos de lo que tanto aspira dar, si nosotros no cumplimos la simples condiciones. La sola y única barrera para recibir todo lo que el cielo está esperando otorgar, es nuestro fracaso en com¬prender y cumplir las simples condiciones establecidas en su Palabra. La condición requerida para recibir per¬dón y limpieza es que el pecado sea confesado. La pro¬mesa es que si nosotros hacemos eso, Dios perdonará y limpiará, pero hay dos diferentes "confesiones". Hay verdadera confesión que cumple los requerimientos de justicia, y existe la llamada confesión que de ninguna manera es aceptable a Dios, y por lo tanto, no abre la puerta a Dios para dar las bendiciones que tanto desea dar.

Luego esto nos trae a la importante pregunta, ¿cómo puedo yo saber que mi confesión fue de un carácter aceptable a Dios y que traerá las bendiciones prometi¬das? ¿Cómo puedo conocerla? Unica-mente necesita¬mos leer el versículo para ver la respuesta. Si confesa¬mos, habremos cumplido una con-dición por la cual el camino será abierto para Dios hacer dos maravillosos trabajos para nosotros: per-donarnos y limpiarnos. El cumplimiento de una condición es todo lo que se nece¬sita para el cumpli-miento de las dos promesas, porque, el versículo no dice que si nosotros confesamos nues¬tros pecados El es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y luego si hacemos algo más El entonces nos limpiará de toda maldad.

Él dice que si nosotros confesamos, Él perdona y limpia. Nosotros sabemos que cuando Dios hace una promesa sabe lo que está diciendo y es fiel y justo para hacer todo lo que ha prometido hacer. El nunca cumple solamente una parte de su promesa, sino la cumple siempre toda.

Esto significa que una vez ha sido cumplida la condi¬ción de una confesión aceptable, Él hará todo lo que ha prometido, siendo ambas cosas, perdón y limpieza de toda la maldad que se confesó. El hará todo o nada.

Dios nunca lleva a cabo una cosa sola de estas. El hace las dos o nada, porque la condición misma que debe ser cumplida antes que el hombre pueda ser per¬donado, es la condición que debe ser cumplida antes de poder ser limpio. En el momento que la puerta es abierta para Dios cumplir la una, es au-tomáticamente abierta para cumplir la otra. Y si la puerta se cierra para la una, se cierra para la otra. Por lo tanto, la segura y única evidencia para mí de que he sido perdonado de un cierto pecado, es que haya sido limpiado de ese pecado, es que aya sido limpiado de ese pecado. La evidencia de que yo fui limpio es que el peca¬do ya no tiene más parte en mi vida, el deseo malo en mi vida me ha dejado, y sé que no es más una parte de mí. Si hallo que un pecado es todavía parte de mí, entonces su presencia misma en mí, comprueba que no he sido limpiado de él.

Al decir esto, no se intenta transmitir la idea e que la existencia de los elementos básicos del ape-tito, pa¬sión y afecto junto con la poderosa fuerza de preserva¬ción propia, ha de ser una indicación de que no hemos sido limpiados del pecado, porque estas cosas permanecerá con nosotros a través del pe-riodo entero e nuestra peregrinación terrenal. Ellas son solamente la evidencia de que estamos poseídos de humanidad. Es¬tos no son pecados en sí mismos, sino son el área a través de la cual el mal continua-mente viene a producir senti¬mientos y deseos que son pecaminosos, y nos traen bajo condenación, Estas emociones pueden ser en parte escritas en lista como sigue: resentimiento, orgullo, odio, envidia y apetito por satisfacciones del a carne en una ilegitima manera tal como deseos por comidas insalubres o por a asociación ilegal con el sexo opuesto.
No es suficiente restringir estos deseos. Ellos deben ser erradicados de la vida, y las fuerzas bási-cas de donde el mal las desarrolló en nosotros, deben ser mantenidas bajo estricto control a fin de que el mal no tenga oca¬sión de traer más de tales problemas.

De manera que, si llego a estar convencido de cierto pecado en mi vida, y me arrepiento de él, y lo confieso con mucha sinceridad, creo que fui perdonado, sin em¬bargo hallo que el pecado en sí, los fuertes sentimientos hacia mi hermano, el impaciente temperamento o los deseos por algo malo es to-davía parte de mí, entonces, ciertamente yo no fui limpio de esa cosa, ni fui tampoco perdonado. Esto sólo puede significar que aun cuando pienso que tuve verdadera confesión de este pecado, el hecho es que en verdad no lo he confesado. Mi confesión no cumplió las especificaciones de lo que Dios llama confesión.

Esto no es decir por un momento que, la confesión es un proceder difícil y complicado, que sólo el educa¬do puede entender. Lejos de esto. Al contrario, es tan simple y sencillo que aun el niño lo puede entender. No hay ninguna excusa por fracasar entenderlo, porque se nos ha dicho claramente que "Se nos dan instrucciones explícitas tocante a este asuntó' (El Camino a Cristo:68).
El hecho es que hay confesión aceptable y confesión inaceptable, y nosotros debemos conocer y entender precisamente lo que está involucrado en la confesión la cual es verdaderamente aceptable a Dios. Esto es ob¬viamente un asunto muy serio, y del cual nuestra vida eterna depende enteramente, porque a menos que seamos perdonados y limpios, nunca heredaremos la vida eterna. Esto se debe a que damos por seguro que la confesión que hemos hecho es aceptable a Dios, que igualmente hemos dado por seguro que la experiencia que tenemos es una verdadera experiencia cristiana. ¿Pero es ella eso? Esa es la pregunta que debe ser afrontada y respondida, porque "... es un terrible hecho que mu-chos se apoyan en una falsa esperanza" (1 Testimonies:188). El hecho es que si tú no has experimentado limpieza del pecado en si mis¬mo, y con todo, sosegadamente crees que tu confesión es tal con relación a producirte el perdón y la esperanza de vida eterna, te "apoyas en una falsa esperanza". A no ser que te despiertes de la mortal complacencia para conocer lo que la experiencia cristiana real es, te unirás con los que, habiendo enseñado la verdad con entusiasmo, llorarán y se lamentarán cuando afronten las plagas y entonces vean que están perdidos. Véase Primeros Escritos pág. 71.

Cuán pocos parecen conocer lo que una experiencia cristiana real es. Cada uno de nosotros sabe cuán perfectamente natural es para los seres humanos hacer por naturaleza la cosa equivocada, aun cuando hemos llegado a ser hijos profesos de Dios y miembros de la iglesia. ¿Pero reconocemos que convertirnos en un cristiano significa llegar a ser limpio del pecado, de tal manera que hallamos antina-tural hacer el mal que una vez hicimos, y natural hacer lo que fue antes antinatu¬ral? Esta es la expe-riencia que la verdadera confesión aceptable producirá.

Nótese estas palabras, "Un hombre sano que puede atender los trabajos comunes de la vida, y que va a sus tareas día tras día con espíritu alegre y con una vigorosa corriente de sangre que fluye por sus venas, no les lla¬ma la atención a todas las personas con quienes se en¬cuentra, sobre la buena salud de que disfruta. La. salud y el vigor son condiciones naturales de su vida, y por lo tanto apenas tiene con-ciencia de que está gozando de tan rico don.
"Tal ocurre con el hombre verdaderamente justo. Es inconsciente de su bondad y piedad. Los principios reli¬giosos han llegado a ser la fuente de su vida y su con¬ducta, y es tan natural para él llevar los frutos del Espíritu, como es para la higuera producir higos, o para el ro¬sal dar rosas" (La Edificación del Carácter:11).
"Toda verdadera obediencia proviene del corazón. La de Cristo procedía del corazón. Y si noso-tros con¬sentimos, se identificará de tal manera con nuestros pensamientos y fines, amoldará de tal ma-nera nuestro corazón y mente en conformidad con su voluntad, que cuando le obedezcamos estaremos tan sólo ejecutando nuestros propios impulsos" (DTG:621).

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Confesion Aceptable, F T Wright Empty Re: Confesion Aceptable, F T Wright

Mensaje por Admin Mar Ene 25, 2011 9:01 am

"El borramiento del pecado es la extirpación de él de nuestra naturaleza, para que no sea más co-nocido, porque los que tributan este culto, limpios de una vez realmente comprados por la sangre de Cristo no tendrían más conciencia de pecado, porque el camino del pecado se ha ido de ellos. Su ini-quidad puede ser buscada, pero no será hallada. Ha desaparecido para siempre de ellos, ella es extraña para sus nuevas na¬turalezas, y aun cuando ellos sean capaces de recalcar el hecho de que han cometido ciertos pecados, han ol¬vidado el pecado en sí mismo - ellos no piensan en co¬meterlo más. Este es el trabajo de Cristo en el verdade¬ro santuario, que el Señor levanto, y no el hombre, el santuario no hecho de manos, sino traído a la existen¬cia por el pensamiento de Dios" (The Blotting Out of Sin. Review and Herald,30 de Septiembre de 1902, por E. J. Waggoner).

¿Has encontrado que tu confesión de pecado te ha producido una experiencia semejante a esta? ¿Has en¬contrado la dulzura de ser limpio del pecado, que su senda pecaminosa se alejó de ti y es extra-ño para tu nueva naturaleza, y no piensas más en cometerlo?

Pero qué pocos conocen esa clase de experiencia. Es casi universal el testimonio de cristianos profesos de que la suya es una vida de pecar y confesar, pecar y confesar, pecar y confesar. Francamen-te se admite que Romanos 7 sea una descripción perfecta de sus esfuer¬zos por hacer lo que ellos aspiran hacer, pero no pue¬den. Peor que todo, es el inflexible hecho de que esto es aceptado como una obten-ción cristiana normal. Es lo mejor que ha sido conocido, y es tranquilamente aceptado que es lo que puede ser logrado por el lado de la expiación final o traslación, dependiendo de cuá¬les de estas moder-nas teologías es seguida.

"Cuántos han resuelto vez tras vez, y con todo, sus más sinceras resoluciones han comprobado en presen¬cia de la tentación ser tan frágiles como el agua. Ellos no tuvieron poder, y no supieron lo que habla de ha¬cerse; y desafortunadamente, sus ojos no estaban puestos en Dios tanto como en ellos mis-mos y el ene¬migo. Es verdad que su experiencia fue una de lucha constante contra el pecado, pero de fracaso constante también.

"Llamas tú esto una verdadera experiencia? Hay al¬gunos que imaginan que la es. Entonces por qué el ap6stol en su angustia exclama '¡Miserable hombre de mí! ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte?' (Ro¬manos 7:24). ¿Es una verdadera experiencia cristiana un cuerpo de muerte tan terrible que el alma es constre¬ñida a exclamar por liberación? - ciertamente, No.

"Lo que esta esclavitud y cautividad son, ya han sido mostrados. Es la esclavitud de pecado la es-clavitud de ser compelido a pecar, aun contra la voluntad, por las propensiones y hábitos adquiridos y heredados. ¿Libera Cristo de una verdadera experiencia cristiana? No, en ninguna manera. Entonces la esclavitud de pecado, de la cual el ap6stol se queja en el capitulo siete de Romanos, no es la experiencia de un hijo de Dios, sino del siervo del pecado' (Christ and His Righ¬teousness:86-87, por E. J. Wag-goner).

Este es el claro hecho. "No es la experiencia de un hijo de Dios, sino del siervo del pecado'. Aquellos que, mientras profesan ser cristianos están todavía en esa condición, son los que nunca han aprendido a confesar sus pecados de acuerdo con los simples requerimientos de la Palabra. Ellos han ofrecido a Dios algo diferente: compasión, insuficiencia, en lo cual pensaron que era una confesión real, pero nada siendo real, Dios no pu¬do en justicia aceptar.

Para entender lo que está envuelto en la obra de la confesión aceptable, necesitamos comprender primero las distinciones entre los diferentes trabajos de gracia que deben ser hechos para el alma antes de estar lista para entrar en el reino celestial.
Esta obra es triple. La primera es la obra de reaviva¬miento o regeneración; la segunda es la obra de refor¬ma o reeducaci6n, y la tercera es aquella de la ex¬piación final que toma lugar inmediatamente des-pués de que una favorable decis,i6n ha sido rendida en nuestro favor en el juicio.

Una declaración clave para entender estas diferentes obras es hallada en 1 Mensajes Selectos:149). "Deben realizarse un reavivamiento y una reforma bajo la ministraci6n del Espíritu Santo. Reaviva-miento y reforma son dos cosas diferentes. Reaviva¬miento significa una renovación de la vida espiritual, una vinificación de las facultades de la mente y del co¬razón, una resurrección de la muerte espiritual. Refor¬ma significa una reorganización, un cambio en las ideas y teorías, hábitos y prácticas. La reforma no producirá los buenos frutos de justicia a menos que esté rela¬cionada con el reavivamiento del Espíritu. El reaviva¬miento y la reforma han de efectuar su obra asignada y deben entremezclarse al hacer esta obra".

Aquí es hecha una clara distinción entre la obra de reavivamiento y la de reforma, así mostrando el orden en el cual deben venir. El reavivamiento debe venir pri¬mero después de lo cual sigue la obra de reforma, final¬mente para ser sucedido por la obra de expiación final como, a su debido tiempo, otras evidencias mostrarán.

Reavivamiento es una resurrección de la muerte es¬piritual. Es el comienzo de la nueva vida y por lo tanto es la experiencia del nuevo nacimiento. Esta gran obra de la resurrección de la muerte espiritual se menciona en Romanos 6:1-14, con referencia particular al versículo seis. En los primeros cinco versículos, la discusión trata acerca de la entrada en la muerte de Cristo, a fin de que cada uno pueda entrar en la experiencia de ser resucitado o levantado con El. La resurrección a la que se refiere aquí, no es la resurrección cuando El aparece en las nubes del cielo, sino la resurrección de la muerte espiritual que marca el comienzo de la vida cristiana.

En el versículo seis está claramente mostrado que es¬ta es la experiencia de ser liberado de escla-vitud a liber¬tad. "Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre junta¬mente fue crucificado con él, para que el cuerpo del pe¬cado sea deshecho, a fin de que no sirvamos más al pecado".
Con cuánta claridad esto declara que la vieja natura¬leza morada del poder del pecado debe ser destruida para que un cierto propósito pueda ser logrado, y es que nosotros no sirvamos más al pecado. El antiguo servicio al pecado fue la vida de servidumbre a él, y es¬to es roto por la gloria de la cruci-fixión del viejo hom¬bre, y la resurrección a novedad vida.

El problema para ser resuelto y el modo de resol¬verlo está tratado en nuestro libro De la Esclavi-tud a la Libertad. La información dada allí no será repetida aquí, excepto uno o dos puntos que sumi-nistran la co¬nexión entre la confesión aceptable que produce el rea¬vivamiento y la confesión aceptable como se aplica a la obra de reforma.
En el problema de ser esclavos al poder malo del amo de pecado, nosotros vemos que no fue su-ficiente pedir el perdón de lo que habíamos hecho. Fue necesa¬rio también confesar lo que realmente éramos esclavos y morada de la enfermedad del pecado que te¬nía el dominio de nuestras vidas priván-donos de hacer lo bueno que deseábamos hacer. De este modo, verda¬deramente nos hallamos en la ex-periencia de Romanos siete sin ningún aparente camino de salida de la dificul¬tad.

Nosotros no pudimos ver ninguna salida del dilema, porque no habíamos aprendido a hacer una confesión que fuera más allá del conocimiento de lo que habíamos hecho, para el reconocimiento de lo que no¬sotros éramos. Tan limitada confesión privó al Señor de hacer cualquier cosa por nosotros, porque no pode¬mos ser perdonados hasta ser limpios, y no podemos ser limpios hasta no confesar y arre-pentirnos del poder pecaminoso morando en nosotros. Por lo tanto, la falta de hacer la confesión que habilitara al Señor para lim¬piarnos, nos dejo donde Dios nada pudo hacer. El re¬sultado fue la esclavitud continua mostrada por el resultado en nuestra vida - la miserable inhabilidad para hacer lo que deseá-bamos y sabíamos que debíamos hacer.

Existe la gran mayoría en el mundo que está com¬pletamente segura de que ellos son cristianos, que han sido justificados y perdonados, mientras continúan to¬davía en este estado de esclavitud al viejo hombre de pecado. Ellos han sido conscientes de las malas obras de sus vidas que son el fruto de la na-turaleza mala en el interior. Se convencieron de las equivocaciones de sus acciones, y han ido al Señor para confesar y pedir perdón sólo por lo que han hecho, pero no por lo que han sido. Pero, tan cierta-mente como fallaron en confe¬sar lo que ellos son, el Señor no pudo quitar de ellos el mal que los hacía lo que ellos son, de modo que, interiormente, son irreformados. De este modo, no ha habido limpieza de iniquidad, y sucesivamente, ningún perdón tampoco. Ninguno puede cambiar el claro mensaje del texto sobre el que está basado este estudio que nos dice que solamente cuando nuestra confesión es tal que habilita al Señor para perdonarnos, al mismo tiempo puede limpiarnos. Por lo tanto, si nosotros no somos limpios, tampoco somos perdonados.

Predominantemente, este es un estudio de la luz da¬da en el santuario del Antiguo Testamento que era la revelación dada por Dios del camino de salvación. En realidad es seguro decir que la obra del Evangelio en toda su plenitud no puede ser entendida excepto a la luz de los servicios del santuario.
El primer servicio del santuario cada año era la pas¬cua, y este es el símbolo de la obra del reavi-vamiento o liberación de la esclavitud la cual es la primera expe¬riencia en la vida cristiana. Que la ser-vidumbre egipcia de los israelitas y su liberación de ella es un Símbolo de la esclavitud del pecado v la liberación de eso, es comprobado por estas declaraciones. "La liberación de Israel del yugo egipcio era una lección objetiva de la redención era una que la Pascua estaba destinada a rememorar. El cordero inmolado, el pan sin levadura, la gavilla de las primicias, representaban al Salvador". (DTG:57).

"La pascua habla de ser tanto conmemorativa como simbólica. No sólo recordaría la liberación de Israel, si¬no que también señalaría la liberación más grande que Cristo habría de realizar para libertar a su pueblo de la servidumbre del pecado' (Patriarcas y Profetas:281).

A causa de la necesidad vital de entender la plena inutilidad de pedir perdón sin recibir limpieza de la raíz de la causa del problema, y a causa de que esto está tan claramente mostrado en la experiencia de la servi¬dumbre en Egipto, seria bueno dedicar un poco de tiempo al estudio de esta ilustración.

Considérese al israelita cuando se le impone su tra¬bajo mal recompensado en la tierra desértico en Egipto. Ese hombre era un hijo de Abrahán y, como tal, un hi¬jo profeso de Dios llamado en este mundo para hacer las obras de Dios y para edificar su reino. En cambio, nosotros lo vemos dedicando todo su tiempo, destreza y energía, para edificar el reino de Faraón, lo cual era el reino de Satanás.
La mayoría de los israelitas sin duda odiaban el tra¬bajo simplemente debido a su ardua naturaleza, pero los hombres y las mujeres conscientes entre ellos lo odiaban porque sabían que estaban en el mundo para edificar el reino de Dios, y no el de Satanás. Sin embar¬go, hacían el trabajo día tras día, no porque a ellos les gustara, sino debido a lo que ellos eran esclavos. Mientras fueran esclavos en el servicio de Satanás, cier¬tamente no estarían en el servicio de Dios, sino en ser¬vicio contra El, no importaba cuán indeseable ese servi¬cio pudiera haber sido. Es obvio que cuanto más ellos edificaran el reino del diablo en este mundo, tanto más esto obraría contra la formación del reino de Dios. No se edificaba el reino de Dios solamente durante todo este tiempo, sino que el enemigo del reino de Dios esta¬ba siendo fortalecido por el servicio del pueblo mismo que estaba en el mundo para destruir las obras del mal.

Con este tedioso pensamiento en su conciencia, los preocupados espiritualmente entre esos israe-litas, an¬siosamente anhelaban escapar de este servicio y dar sus vidas al Señor, pero no podían ver salida de este di¬lema. Ellos eran esclavos vendidos a servidumbre, así que no tenían otra elección más que servir al diablo día tras día.

No hay perdón sin limpieza, y esta gran verdad está maravillosamente ilustrada en la experiencia del escla¬vo en Egipto. Considérese cómo el perdón así como es imaginado y entendido por el común y profeso hijo de Dios hoy, ciertamente no resolvería, ni podría resolver el problema de ese hombre allá en Egipto.

Véasele al final de un tedioso día, recorriendo a pie a hacia su pequeño hogar, y después de su cena buscar su lugar de descanso. Cargado con la convicción de que habla gastado ese día haciendo las cosas que esta¬ban contra las obras de Dios, se arrodilla para hacer una honesta y consciente confesión de todo lo que ha¬bía hecho. El le dice al Señor que ha pasado todo el día en el servicio de Satanás, que los ladrillos que habla hecho y las paredes que ayudó a levantar, son todo pa¬ra el fomento de la guerra contra el Señor del cielo y de la tierra.
Tal confesión es muy sincera y real. Además, le dice al Señor con lágrimas de arrepentimiento que odia ha¬cer eso, y anhela no hacerlo más, pero es completa¬mente incapaz de hacerlo así. El suplica perdón y por fe acepta el perdón que él cree, recibe. Luego entonces se levanta de sus rodillas y cae en profundo sueño a causa del agotamiento físico.

¿Pero es este problema solucionado? Ciertamente no lo es. Fue como un esclavo que él sirvió du-rante to¬do el dia; fue como un esclavo que él hizo la confesión de lo que habla hecho durante el día y pidió perdón por ello; él era todavía un esclavo cuando se levantó de sus rodillas, y como un esclavo todavía, se levantará a la luz de la aurora del día siguiente. Siendo todavía un escla¬vo, ¿qué tiene que hacer el día siguiente? Exactamente como lo del anterior servir todavía a Satanás y no a Dios.

Perdón, como él lo buscaba, en ninguna manera so¬lucionó su problema. El no obtuvo la paz con Dios, ni entró en el servicio de Dios y, por lo tanto, no escapó de condenación. Como fue anteriormente enfatizado, algo más que perdón, como es generalmente entendi¬do e imaginado, debe ser obtenido antes que su proble¬ma pueda ser resuelto y comenzar su servicio al Señor.

Cuando la situación de ese esclavo es entendida y el acercamiento que él hizo al Señor para la so-lución de su problema reconocido por lo que era, entonces es visto que esa manera en la cual él hijo común y profeso de Dios hoy busca la solución de su problema de peca¬do es idéntica a esa del esclavo en Egipto. Esto siendo así, la mismo manera es tan inefectivo ahora como fue la de entonces, así que no es de admirarse que el cris¬tiano profeso hoy carezca del vibrante testimonio de victoria viviente sobre el pecado el cual debía caracteri¬zar su vida y trabajo.

Pero el Señor no ignoró los gemidos y las lágrimas de las verdaderas conciencias de ese tiempo. "Y los hijos de Israel suspiraron a causa de la servidumbre, y clamaron: y subió á Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre. Y oyó Dios el gemido de ellos, y acordóse de su pacto con Abrahán, Isaac y Jacob" (Exodo 2:23-24).

Dios no los abandonó, aun que no podía resolver su problema de la manera que pidieron. Antes, vino a ellos con instrucciones para dar los pasos que traerían la liberación. Si ellos obedecían esas ins-trucciones entonces hallarían su problema resuelto. Había cinco pa¬sos que permanecían entre la escla-vitud y la libertad.
Primero, ellos debían elegir el cordero el décimo día del primer mes del año; debían matar el cor-dero el día catorce del primer mes a la puesta del sol; luego hablan de rociar la sangre en los dinteles de las puertas de sus casas después que hubieran comido la carne del cordero. Quinto, había de ser muerto el primogénito de Egipto.

Mientras cada paso de estos era un acto físico, el po¬der real y significado es hallado en las cosas que simbo¬lizan. La pascua era una revelación de la manera en la cual el Señor redimida a todo el que quisiera ser salvo del poder esclavizador del pecado. Es la lección objetiva por la cual Dios nos enseñara el camino al reavivamiento o regeneración la gran liberación de la esclavitud.

La elección del cordero es el símbolo de aceptar a Cristo como nuestro Salvador. Esto es algo que todo el mundo cristiano ha hecho hoy, y este paso es, por su puesto, esencial para la salvación. Sin em-bargo, si esto es solamente hecho, la salvación no es todavía nuestra, precisamente como allá en la es-perada liberación de Egipto, si el pueblo no hubiera hecho más que eso, ellos no habrían sido todavía puestos libres. Es el simple hecho de historia que, en el momento cuando ellos ha¬blan escogido el cor-dero, eran todavía esclavos en la tierra de servidumbre. Que la vasta mayoría de la gente en el llamado mundo cristiano haya hecho de Cristo su elección, no significa que ha sido liberada de la esclavi¬tud del pecado. Ellos deben avanzar al paso siguiente y sucesivo hasta que todos hayan sido dados.

La muerte del cordero es el símbolo de la muerte real de Cristo. Enfoca hacia la cruz del Calvario como el lu¬gar de sacrificio redentor y expiatorio. En las iglesias del mundo hoy, la cruz ha llegado a ser el gran centro de sus enseñanzas y servicios. Es predicada en cantos, y estudios, y reverenciada por mi-llones. Su forma ador¬na el interior y exterior de las iglesias y es llevada sobre medallones alrededor del cuello de incontables personas.

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Confesion Aceptable, F T Wright Empty Re: Confesion Aceptable, F T Wright

Mensaje por Admin Mar Ene 25, 2011 9:06 am

Trágicamente, hasta allí es donde muchos van, y no es suficiente porque cuando los israelitas mataron el cordero no fueron, y no pudieron en ese momento salir libres. Más era todavía necesitado. Hoy, no es todavía suficiente poner toda nuestra fe en la muerte histórica de Cristo la cual tomó lugar casi dos mil años atrás. Esa fe es esencial pero más que eso es necesitado. El rociamiento de la sangre en los dinteles de las puertas de la casa, suministraba una cubierta de protec¬ción para los que estaban dentro de ella, para que el primogénito no muriera. Hoy nuestra protección de la pena inmediata de muerte `por nuestros pecados es provista por la sangre de Jesús. Esto es lo que es comúnmente mencionado como la justicia imputada de Cristo. La gran mayoría piensa que si ellos tuvieran esta protección, estallan seguros, y seria la salvación para ellos la cosa garantizada. Pero es otra vez visto que cuando los israelitas rociaron esa sangre, su problema de esclavitud permanecía todavía insoluble. Eran toda¬vía esclavos y no se atrevían con todo a intentar dejar la tierra de esclavitud y servidumbre.

Sin embargo, ellos hablan de comer la carne del cor¬dero el símbolo de recibir la vida misma de Cristo en el alma. Esta vida habían de recibirla antes de poder salir de la tierra de esclavitud para comenzar el servicio a Dios. Del mismo modo, el cambio en la actitud mental, la aceptación de nuevas creencias, y el deseo de servir a Dios, no son suficientes. Debemos de tener la nueva vida en nosotros antes que podamos estar en armonía con Dios y comenzar nuestro servicio a El.
A este punto no puede ser demasiado enfatizado que si los israelitas hubieran hecho todo eso y nada más, entonces todavía no habrían tenido su problema resuelto. Ellos todavía habrían permanecido mucho tiempo en la tierra de esclavitud y servidumbre. El cordero había muerto, ellos habían partici-pado de su vida misma cuando comieron su carne, pero había algo más que había de acontecer, y esa era la otra muerte -la muerte del primogénito de Egipto. El significado real de esa muerte será perdido si no es visto que el primogénito de Egipto era el heredero de todo lo que Egipto era, y de este modo, permanece como el símbolo en un sentido especial de lo que esa nación era. Esencialmente Egipto era una nación de esclavizadores, por lo cual nosotros sabemos que el primogénito de la tierra era el símbolo del esclavizador. Así que esto significa que la muerte del primogénito de Egipto era la muerte del amo esclavizador, el fin de su poder sobre los israelitas.

Así era en realidad, porque cuando las noticias llega¬ron a oídos de Faraón de que el primogénito de la na¬ción habla muerto, llamó a Moisés y le dijo que tomara al pueblo y saliera. Si los hijos de Israel hubieran hecho cuatro de estas cosas, sin este evento esencial, enton¬ces todavía habrían estado en es-clavitud como si nada hubieran hecho en absoluto. Ellos podían haber elegido el cordero, como lo hicieron, y matarlo, rociar la sangre y comer la carne, lo cual era todo esencial para resolver el problema, pero si después de que todo fuera hecho, el primogénito de Egipto no hubiera muerto, ellos todavía habrían estado esclavos en esa tierra. Na¬da es más claro que esto, y la atención debe ser enfoca¬da hacia este acto para que su significado en nuestra experiencia hoy, pueda ser entendida.

Jesús murió por nosotros en el Calvario, pero esa muerte no hará para nosotros ningún bien, a menos que entremos en ella nosotros mismos. El evento histó¬rico de casi dos mil años atrás, tiene que ser trasladado a una experiencia muy presente si hemos de ser libera¬dos de la servidumbre del pecado.

Aquellas dos muertes fue primero la del cordero; y segundo la del primogénito de los egipcios. Ninguno debiera tener la menor dificultad de ver que, a menos que ambas de esas muertes tomaran lu-gar en ese or¬den, ellos no podrían y no saldrían libres.

Si nosotros diéramos solamente los cuatro pasos ¬la elección de Cristo para ser nuestro Salvador, creer en su muerte en la cruz como la expiación por todos los pecados aun con el reconocimiento de que fue nues¬tros pecados lo que causó su muerte, confiar en la justi¬cia imputada para salvarnos de la pena inmediata, y el alimento diario de su Palabra sin el otro paso, la ex¬periencia en nosotros mismos de la muerte de la vieja naturaleza entonces estaríamos en la situación mis¬ma como la de los judíos de ese tiempo si hubieran llevado a cabo fielmente los cuatro requerimientos sin que hubiera muerto el primogénito de Egipto. Nosotros, semejantes a ellos, estaríamos en esclavitud como si nada hubiéramos hecho.

Dos muertes permanecían entre esclavitud y libertad allá en Egipto, y tiene ser dos en la liberación de la esclavitud espiritual. No es Cristo el que muere dos veces. El murió sólo una vez y nunca más necesita morir de nuevo. La muerte del primogénito de Egipto es el símbolo de la muerte de nuestro primogénito que es la naturaleza mala espiritual adquirida de nuestro padre el diablo. Ella debe ser quitada por la muerte y reemplazada por la naturaleza divina adquirida de nuestro nuevo Padre.

Los israelitas comieron el cordero antes y durante la muerte del primogénito. "Y mientras que este símbolo fuera una señal exterior, y ellos comieran el cordero asado entero con hierbas amargas, el ángel de Dios estaría pasando por la tierra de Egipto haciendo su terrible obra, matando al primogénito del hombre y al primogénito de la bestia" (The Spirit of Prophecy, tomo 1, pág. 199).

El pueblo comió el cordero antes de la muerte del primogénito para ilustrar la alimentación de la Palabra como un libro de instrucción y como constructora de fe antes que el primogénito muera. Su comer constante de ella aun cuando el ángel de la muerte destruyó a los egipcios, simbolizaba el reci-bimiento de la naturaleza de Cristo y de este modo llegando a ser un creyente naci¬do de nuevo. Para una explicación más, véase Reavivamiento y Reforma, capitulo 5, disponible en Botschaft für unsere Zeit.

Así que, hay mucho más para ser liberado de la esclavitud del pecado y entrar en la experiencia de re¬generación, que simplemente reconocer que hemos hecho lo malo y luego pedir para ser perdonados. Ni tampoco el perdón es obtenido de esta manera como será demostrado después más efectivamente, donde será mostrado que el Señor del cielo no se atreve a dar a un hombre el perdón, a menos que al mismo tiempo, El pueda ser habilitado para limpiarlo. La muerte de nuestra propia naturaleza espiritual en la experiencia del reavivamiento es el acto de limpieza, y sin eso, no puede haber ningún perdón y ninguna liberación de la esclavitud.

Allá en Egipto cuando el israelita se había confesado al final del día, se hallaba al día siguiente en esclavitud tanto como si nunca se hubiera confesado. De esa ma¬nera, si nosotros hoy confesamos lo que hemos hecho, y luego nos hallamos precisamente en esclavitud de esa cosa los días siguientes, entonces sabremos que no hemos sido limpiados de ese problema, y por lo tanto, no hemos sido tampoco perdonados.

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