Elena G de White-artículos de E. White relacionados con 1888-2
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Elena G de White-artículos de E. White relacionados con 1888-2
Sé pues celoso, y arrepiéntete
Review and Herald, 23 diciembre 1890
El Señor ha visto nuestras reincidencias, y tiene una controversia con su pueblo. El orgullo, el egoísmo, la disposición mental a la duda e incredulidad por parte de su pueblo, le son claramente manifiestos, y afligen su corazón de amor. Muchos acumulan tinieblas a modo de vestidura sobre sus almas, y dicen virtualmente, ‘No queremos un conocimiento de tu camino, oh Dios; elegimos nuestro propio camino’. Tales son las cosas que separan el alma de Dios. Hay en el alma del hombre un obstáculo que él mantiene allí con obstinada persistencia, y que interpone entre su alma y Dios. Es la incredulidad. Dios da suficiente evidencia, pero el hombre, con su voluntad no santificada, rehusa recibir la evidencia a menos que ésta llegue de la manera que le conviene, para favorecer sus propias ideas. Clama desafiantemente: ‘Pruebas, pruebas es lo que queremos’, y da la espalda a la evidencia dada por Dios. Habla de duda e incredulidad, sembrando las semillas del mal, que al brotar llevarán su cosecha. Está separando su alma más y más lejos de Dios.
¿Son acaso pruebas lo que esos hombres necesitan? ¿Es que no hay suficiente evidencia? –No. La parábola del rico y Lázaro se da para auxiliar a tales almas, a quienes están dando la espalda a la evidencia positiva, para clamar ‘¡Pruebas!’. El rico solicitó que alguien de entre los muertos fuese enviado, a fin de advertir a sus hermanos, evitando así que acabasen en el lugar de tormento. "Y Abraham le dice: A Moisés y a los profetas tienen: óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham: mas si alguno fuere a ellos de los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, si alguno se levantare de los muertos".
¿Por qué sucede que los hombres no creen, cuando hay evidencia suficiente? –Porque no desean ser convencidos. No están dispuestos a someter su propia voluntad a la voluntad de Dios. No quieren reconocer que han estado acariciando incredulidad pecaminosa al resistir la luz que Dios les ha dado. Han estado yendo a la caza de dudas, en busca de perchas donde poder colgar su incredulidad. Han aceptado ávidamente el testimonio débil e insuficiente, testimonio que Dios no les ha dado en su palabra, pero que les satisface, ya que armoniza con sus ideas, y está de acuerdo con su disposición y voluntad. Tales almas están en gran peligro. Si doblegan su orgullosa voluntad, y la ponen del lado de Dios; si buscan la luz con corazones humildes y contritos, creyendo que hay luz para ellos, entonces verán la luz, ya que los ojos estarán dispuestos a discernir la luz que viene de Dios. Reconocerán la evidencia de la autoridad divina. Las verdades espirituales brillarán desde la página divina. Pero el corazón debe estar abierto a la recepción de la luz, ya que Satán está siempre presto a oscurecer la preciosa verdad que los haría sabios para salvación. Para los que no la reciben, seguirá siendo por siempre misterio de misterios.
Debemos buscar fervientemente el conocer y apreciar la verdad, a fin de que la podamos presentar a otros, tal como es en Jesús. Necesitamos tener una correcta apreciación del valor de nuestras propias almas; entonces no manifestaremos el descuido que ahora caracteriza nuestro curso de acción. Buscaremos fervientemente conocer el camino de Dios; obraremos en la dirección opuesta al egoísmo, y nuestra oración constante será que podamos tener la mente de Cristo, a fin de ser amoldados y conformados a su semejanza. Es mirando a Jesús y contemplando su bondad, manteniendo nuestros ojos fijos en Él, como somos cambiados a su imagen. Él dará gracia a todo el que guarde su camino, y haga su voluntad, y ande en verdad. Pero aquellos que aman su propio camino, que adoran sus propios ídolos de opinión, y que no aman a Dios ni obedecen su palabra, continuarán andando en tinieblas. ¡Oh, cuan terrible es la incredulidad! Si se proporciona luz a un ciego, y si se da la verdad presente a esas almas, el primero no podrá ver, mientras que los segundos no querrán ver.
Os suplico a vosotros, cuyos nombres están inscritos en los libros de iglesia como miembros de valor, que tengáis valor realmente, mediante la virtud de Cristo. La gracia, la verdad y el amor de Dios se prometen al alma humilde y contrita. La indignación y los juicios de Dios se dirigen contra aquellos que persisten en andar por sus propios caminos, amando el yo, amando la alabanza de los hombres. Serán ciertamente arrastrados por los engaños satánicos de estos últimos días, ya que no recibieron el amor de la verdad. Debido a que el Señor, en los años precedentes, los ha honrado y bendecido, se jactan de que son elegidos y verdaderos, y de que no necesitan advertencia, instrucción y reproche. Dice el Testigo Fiel: "Yo reprendo y castigo a todos los que amo: sé pues celoso, y arrepiéntete". Contra el profeso pueblo de Dios pesa el cargo: "Tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido".
El amor hacia Jesús que una vez ardió en el altar del corazón, ha disminuido hasta extinguirse casi por completo. Se ha debilitado la fuerza espiritual. El ceño del Señor está contra su pueblo. En su actual condición, les es imposible representar el carácter de Cristo. Y cuando el Testigo Fiel les ha enviado consejo, reproche, y advertencias debido a que los ama, han rehusado recibir el mensaje; han rehusado ir a la luz, para que sus obras no resulten reprobadas. Dijo Jesús, "pongo mi vida por las ovejas… por eso me ama el Padre". ‘Tomando vuestros pecados sobre mí mismo, estoy abriendo una vía a través de la cual la gracia puede fluir a todos aquellos que la acepten. Al darme a mí mismo por el pecado del mundo, he preparado el camino para que la corriente incontenible de ese amor fluya hacia los hombres’.
Todo el cielo está estupefacto al ver que ese amor, tan amplio, profundo, rico y pleno, al serles presentado a hombres que han conocido la gracia de nuestro Señor Jesucristo, los deja tan indiferentes, fríos e impasibles. ¿Qué significa que una gracia tan maravillosa no enternezca nuestros endurecidos corazones? ¡Oh, es por el poder de la incredulidad! Porque "has dejado tu primer amor". Esa es la razón por la que la palabra de Dios tiene una influencia tan pequeña. Es como un fuego, pero no puede penetrar ni caldear el corazón congelado que se aferra a la incredulidad.
Los infinitos tesoros de la verdad han ido acumulándose a lo largo de las edades. No hay imagen que pueda representar adecuadamente la impresión que debieran hacernos el alcance y la riqueza de esos vastos recursos. Están esperando ser demandados por aquellos que los aprecien. Esas gemas de la verdad deben ser reunidas por el pueblo remanente de Dios, para ser dadas por ellos al mundo; pero la confianza propia y la obstinación del alma rehusan el bendito tesoro. "De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna". Es imposible medir o expresar un amor como ese. Juan llama al mundo a mirar "cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios". Es un amor que sobrepasa el conocimiento. En la plenitud del sacrificio no se escatimó nada: Jesús se dio a sí mismo. Es el designio de Dios que en su pueblo se amen unos a otros como Cristo nos amó. Deben educar y adiestrar el alma para ese amor. Deben reflejar ese amor en su propio carácter, reflejarlo al mundo. Cada alma debiera ver esa obra como la suya. En su oración al Padre, Jesús dijo: "Como tú los enviaste al mundo, también los he enviado al mundo". Los que han sido participantes de su gracia, deben presentar al mundo la plenitud de Cristo. Deben hacer por Cristo lo que Cristo hizo por el Padre: representar su carácter.
Una falta de poder moral y espiritual aqueja a nuestras Asociaciones. Muchas iglesias no tienen luz en sí mismas. Los miembros no dan evidencia de ser pámpanos de la Vid verdadera, llevando mucho fruto para gloria de Dios, sino que parecen estar secándose. Su Redentor ha retirado la luz, la inspiración de su Espíritu Santo, de sus asambleas, debido a que han dejado de representar la abnegación, la simpatía y el amor compasivo del Redentor del mundo; no tienen amor por las almas por las que Cristo murió. Han dejado de ser verdaderos y fieles. Es un cuadro triste: la piedad mermada, la falta de consagración y devoción a Dios. Ha habido una separación del alma de Dios; muchos han cortado la comunicación entre Él y el alma, al rechazar a sus mensajeros y a su mensaje.
En nuestras iglesias más grandes existen las mayores maldades, ya que han tenido la mayor luz. No poseen un verdadero conocimiento de Dios, ni de Jesucristo, a quien ha enviado. La levadura de la incredulidad está a la obra, y a menos que esos males que traen la indignación de Dios sean corregidos en los miembros, toda la iglesia será responsable por ellos. La obra profunda del Espíritu de Dios no está con ellos; la presencia gloriosa del Rey de los santos, y su poder para purificar de toda contaminación moral, no se manifiesta entre ellos. Muchos vienen a la asamblea de adoradores de igual modo que una puerta gira sobre sus goznes. No comprenden la aplicación correcta de las Escrituras, ni el poder de Dios. Tienen ojos, pero no ven; oídos, pero no oyen; continúan en sus malos caminos, sin embargo se ven a sí mismos como los privilegiados, como los obedientes hacedores de la palabra. En Sión prevalece la vida fácil y la seguridad carnal. ‘Paz, paz’, se oye en sus límites, cuando Dios no ha hablado paz. Han perdido las condiciones para la paz. Hay razón para sonar la alarma en ‘todo mi santo monte’. Los pecadores serán espantados en Sión; en el momento en que no esperan, vendrá irremediablemente sobre los confiados la destrucción súbita.
El Espíritu Santo se esfuerza por manifestar las demandas de Dios, pero los hombres prestan atención sólo por un momento, y vuelven sus mentes a otras cosas: Satanás dispersa las semillas de la verdad; la influencia llena de gracia del Espíritu Santo es eficazmente resistida. Así muchos están ofendiendo al Espíritu Santo por última vez, y no lo saben.
Estas son las palabras que Cristo habló sobre Jerusalem: "He aquí vuestra casa os es dejada desierta". ¡Qué angustia del alma sintió Jesús cuando todos sus llamamientos, advertencias y reproches fueron resistidos! Cuando Él los trajo a la morada del alma, causaron impresión, pero el amor propio, la autosuficiencia y el amor del mundo, vinieron a asfixiar la buena simiente plantada. El orgullo del corazón previno a sus oyentes a que se humillasen ante Dios y confesasen su pecado de resistir al Espíritu Santo, y muy a pesar suyo, éste los abandonó. Sobre el monte de los Olivos, mientras contemplaba la ciudad, Jesús lloró sobre ella, diciendo, "¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que toca a tu paz!" Hizo aquí una pausa; rehusaba pronunciar la sentencia irrevocable. ¡Oh, si Jerusalem pudiera arrepentirse! Cuando el sol, de rápido camino hacia el oeste, dejase de verse, habría acabado su tiempo de gracia. Jesús acabó su frase: "mas ahora está encubierto de tus ojos". En otra ocasión, lamentó la impenitencia de la ciudad escogida: "¡Jerusalem, Jerusalem, que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti! ¡cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí, vuestra casa os es dejada desierta". ¡El Señor no permita que esa escena se repita ahora en la experiencia del profeso pueblo de Dios! "No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre", dijo Jehová. "Ephraim es dado a ídolos; déjalo".
¿Querrá la iglesia ver de dónde ha caído? En la iglesia hay frialdad, dureza de corazón, falta de simpatía por los hermanos. Se manifiesta ausencia de amor por los que yerran. Se da una separación hacia aquellos que están precisamente necesitados de piedad y ayuda. En nuestras iglesias, especialmente entre aquellos con responsabilidades sagradas, existe una severidad, un espíritu despótico como el que había entre los fariseos. Están hinchados en autoestima y seguridad propia. La viuda y el huérfano no son el objeto de su simpatía o amor. Eso es totalmente ajeno al espíritu de Cristo. El Señor mira indignado el espíritu áspero y rudo que algunos han manifestado, –un espíritu de tal manera desprovisto de simpatía, de tierna apreciación por aquellos a los que Él ama. Hermanos, vosotros que cerráis el corazón a los sufrientes por Cristo, recordad que en la forma en que los tratáis a ellos, Dios os tratará a vosotros. Cuando llaméis, no os dirá ‘Aquí estoy’. Cuando claméis, no responderá. Satanás está atento, preparando sus engaños para entrampar a aquellos que están llenos de autosuficiencia, mientras que están espiritualmente destituidos.
El camino al paraíso no es el de la exaltación del yo, sino el del arrepentimiento, confesión, humillación, fe y obediencia. El mensaje a la iglesia de Laodicea es apropiado para la iglesia de este tiempo: "Escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios: Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni caliente. ¡Ojalá fueses frío, o caliente! Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo; Yo te amonesto que de mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo: sé pues celoso, y arrepiéntete". Hay muchos que se sienten orgullosos de sus riquezas espirituales, su conocimiento de la verdad, y están viviendo el autoengaño culpable. Cuando los miembros de la iglesia se humillen ante Dios celosamente, no de corazón dividido, con acciones sin vida, el Señor los recibirá. Pero declara: "Vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". ¿Por cuánto tiempo será resistida esta amonestación? ¿Por cuánto tiempo será tomada a la ligera?
"He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo". La actitud de Cristo es de magnanimidad y perseverancia. "Yo te amonesto que de mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico". ¡Oh, la pobreza del alma es alarmante! Y los que están en mayor necesidad del oro del amor, se sienten ricos y enriquecidos, mientras que carecen de toda gracia. Habiendo perdido la fe y el amor, lo han perdido todo.
El Señor ha enviado un mensaje para despertar a su pueblo al arrepentimiento, y para que haga las primeras obras; pero ¿cómo ha sido recibido ese mensaje? Mientras que algunos lo han oído, otros han arrojado desdén y reproche sobre el mensaje y el mensajero. La espiritualidad mortecina, la ausencia de humildad y sencillez de los niños, una profesión de fe maquinal y formalista, han tomado el lugar del amor y la devoción. ¿Habrá de continuar ese lamentable estado de cosas? ¿Se apagará en las tinieblas la lámpara del amor de Dios? El Salvador llama. Oíd su voz: "Sé pues celoso, y arrepiéntete". Arrepiéntete, confiesa tus pecados, y serás perdonado. "Volveos, volveos de vuestros malos caminos: ¿y por qué moriréis, oh casa de Israel?". ¿Por qué intentáis encender un mero fuego vacilante, y caminar en los destellos de vuestra propia luz?
El Testigo Fiel declara, "Yo conozco tus obras". "Arrepiéntete, y haz las primeras obras". Esa es la auténtica prueba, la evidencia de que el Espíritu de Dios está obrando en el corazón para llenaros con su amor. "Vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". La iglesia es como el árbol que no lleva frutos, que habiendo recibido el rocío, la lluvia y la luz del sol, debió haber producido abundante fruto, pero que ante el divino escrutinio resulta no tener sino hojas. ¡Solemne pensamiento para nuestras iglesias! ¡solemne, verdaderamente, para todo individuo! La paciencia y longanimidad de Dios son maravillosas, pero "si no te hubieres arrepentido", se agotarán. Las iglesias, nuestras instituciones, irán de debilidad en debilidad, desde la fría formalidad hasta la muerte, mientras están diciendo, "soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa". El Testigo Fiel dice, "y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo". ¿Verá por fin claramente su verdadera condición?
En las iglesias tiene que darse una maravillosa manifestación del poder de Dios, pero no moverá a aquellos que no se han humillado a sí mismos ante el Señor, y abierto la puerta del corazón mediante la confesión y el arrepentimiento. En la manifestación de ese poder que ilumina la tierra con la gloria de Dios, no verán más que algo que en su ceguera les parecerá peligroso, algo que despertará sus temores, y tomarán posición para resistirlo. Debido a que el Señor no obra de acuerdo con sus ideas y expectaciones, se opondrán a la obra. ‘¡Qué!’, dicen ellos, ‘¿Acaso no conocemos el espíritu de Dios, tras haber estado tantos años en la obra?’. Eso es porque no respondieron a las amonestaciones y súplicas de los mensajes de Dios, sino que dijeron persistentemente, "yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa". El talento, la dilatada experiencia, no hará de los hombres canales de luz, a menos que se coloquen bajo los brillantes rayos del Sol de justicia, y sean llamados, escogidos y dispuestos por la dotación del Espíritu Santo. Cuando los hombres que manejan las cosas sagradas se humillen bajo la poderosa mano de Dios, el Señor los sostendrá. Hará de ellos hombres de discernimiento –hombres ricos en la gracia de su Espíritu. Sus rasgos rudos y egoístas de carácter, su obstinación, serán vistos a la luz que brilla a partir de la Palabra. "Vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". Si buscáis al Señor con todo vuestro corazón, lo hallaréis. El fin se acerca. ¡No tenemos un momento que perder! Del pueblo de Dios debe brillar luz en rayos nítidos, inconfundibles, llevando a Jesús a las iglesias y al mundo. Nuestra obra no debe restringirse a aquellos que conocen ya la verdad; nuestro campo es el mundo. Los instrumentos a emplear son esas almas que alegremente reciben la luz de la verdad que Dios les comunica. Tales son las agencias de Dios para comunicar el conocimiento de la verdad al mundo. Si por la gracia de Cristo su pueblo viene a convertirse en nuevos odres, Él los llenará con el vino nuevo. Dios dará luz adicional, y serán recuperadas antiguas verdades, que se emplazarán en el marco de la verdad; y allá donde se dirijan los obreros, triunfarán. Como embajadores de Cristo, deben escudriñar las Escrituras, en busca de las verdades que han permanecido escondidas bajo la hojarasca del error. Y cada rayo de luz recibida, debe ser comunicado a otros. Un interés predominará, un tema absorberá a todos los demás: Cristo nuestra justicia.
"Ésta empero es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y a Jesucristo, al cual has enviado". "Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra: porque estas cosas quiero, dice Jehová". Eso es lo que hay que traer a la experiencia de cada obrero, alto o bajo, en todas nuestras instituciones, en todas nuestras iglesias. Dios quiere que toda alma vuelva a su primer amor. Quiere que todos posean el oro de la fe y el amor, a fin de que puedan echar mano del tesoro, para impartirlo a otros que lo necesitan.
Los creyentes serán de un corazón y una mente, y el Señor hará poderosa su palabra en la tierra. Se entrará en nuevas ciudades, pueblos y territorios; la iglesia se levantará y brillará, porque su luz llegó, se levantó sobre ella para gloria del Señor. Serán añadidos nuevos conversos a las iglesias, y aquellos que ahora pretenden estar convertidos sentirán en sus propios corazones el poder transformador de la gracia de Cristo. Entonces se levantará Satanás, y suscitará la más amarga persecución contra el pueblo de Dios. Pero los que no son de nuestra fe, aquellos que no han rechazado la luz, reconocerán el espíritu de Cristo en sus verdaderos seguidores, y tomarán su posición con el pueblo de Dios.
Cristo dice, refiriéndose al Consolador, "no hablará de sí mismo", "él dará testimonio de mí", "él me glorificará". ¡Cuán poco se ha predicado a Cristo! Los predicadores han presentado teorías en gran cantidad, pero poco de Cristo y su amor. De igual manera que el Salvador vino para glorificar al Padre demostrando su amor, así vino el Espíritu para glorificar a Cristo revelando al mundo las riquezas de su amor y gracia. Si el Espíritu Santo mora en nosotros, nuestra obra dará testimonio del hecho: exaltaremos a Jesús. Nadie puede permitirse ahora estar en silencio; la responsabilidad de la obra es presentar a Cristo al mundo. Todo el que se aventure a seguir su propio camino, todo aquel que no se una a los ángeles que son enviados del cielo con un mensaje para llenar toda la tierra con su gloria, serán pasados de largo. La obra avanzará hacia la victoria sin ellos, y no tendrán parte en el triunfo
Review and Herald, 23 diciembre 1890
El Señor ha visto nuestras reincidencias, y tiene una controversia con su pueblo. El orgullo, el egoísmo, la disposición mental a la duda e incredulidad por parte de su pueblo, le son claramente manifiestos, y afligen su corazón de amor. Muchos acumulan tinieblas a modo de vestidura sobre sus almas, y dicen virtualmente, ‘No queremos un conocimiento de tu camino, oh Dios; elegimos nuestro propio camino’. Tales son las cosas que separan el alma de Dios. Hay en el alma del hombre un obstáculo que él mantiene allí con obstinada persistencia, y que interpone entre su alma y Dios. Es la incredulidad. Dios da suficiente evidencia, pero el hombre, con su voluntad no santificada, rehusa recibir la evidencia a menos que ésta llegue de la manera que le conviene, para favorecer sus propias ideas. Clama desafiantemente: ‘Pruebas, pruebas es lo que queremos’, y da la espalda a la evidencia dada por Dios. Habla de duda e incredulidad, sembrando las semillas del mal, que al brotar llevarán su cosecha. Está separando su alma más y más lejos de Dios.
¿Son acaso pruebas lo que esos hombres necesitan? ¿Es que no hay suficiente evidencia? –No. La parábola del rico y Lázaro se da para auxiliar a tales almas, a quienes están dando la espalda a la evidencia positiva, para clamar ‘¡Pruebas!’. El rico solicitó que alguien de entre los muertos fuese enviado, a fin de advertir a sus hermanos, evitando así que acabasen en el lugar de tormento. "Y Abraham le dice: A Moisés y a los profetas tienen: óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham: mas si alguno fuere a ellos de los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, si alguno se levantare de los muertos".
¿Por qué sucede que los hombres no creen, cuando hay evidencia suficiente? –Porque no desean ser convencidos. No están dispuestos a someter su propia voluntad a la voluntad de Dios. No quieren reconocer que han estado acariciando incredulidad pecaminosa al resistir la luz que Dios les ha dado. Han estado yendo a la caza de dudas, en busca de perchas donde poder colgar su incredulidad. Han aceptado ávidamente el testimonio débil e insuficiente, testimonio que Dios no les ha dado en su palabra, pero que les satisface, ya que armoniza con sus ideas, y está de acuerdo con su disposición y voluntad. Tales almas están en gran peligro. Si doblegan su orgullosa voluntad, y la ponen del lado de Dios; si buscan la luz con corazones humildes y contritos, creyendo que hay luz para ellos, entonces verán la luz, ya que los ojos estarán dispuestos a discernir la luz que viene de Dios. Reconocerán la evidencia de la autoridad divina. Las verdades espirituales brillarán desde la página divina. Pero el corazón debe estar abierto a la recepción de la luz, ya que Satán está siempre presto a oscurecer la preciosa verdad que los haría sabios para salvación. Para los que no la reciben, seguirá siendo por siempre misterio de misterios.
Debemos buscar fervientemente el conocer y apreciar la verdad, a fin de que la podamos presentar a otros, tal como es en Jesús. Necesitamos tener una correcta apreciación del valor de nuestras propias almas; entonces no manifestaremos el descuido que ahora caracteriza nuestro curso de acción. Buscaremos fervientemente conocer el camino de Dios; obraremos en la dirección opuesta al egoísmo, y nuestra oración constante será que podamos tener la mente de Cristo, a fin de ser amoldados y conformados a su semejanza. Es mirando a Jesús y contemplando su bondad, manteniendo nuestros ojos fijos en Él, como somos cambiados a su imagen. Él dará gracia a todo el que guarde su camino, y haga su voluntad, y ande en verdad. Pero aquellos que aman su propio camino, que adoran sus propios ídolos de opinión, y que no aman a Dios ni obedecen su palabra, continuarán andando en tinieblas. ¡Oh, cuan terrible es la incredulidad! Si se proporciona luz a un ciego, y si se da la verdad presente a esas almas, el primero no podrá ver, mientras que los segundos no querrán ver.
Os suplico a vosotros, cuyos nombres están inscritos en los libros de iglesia como miembros de valor, que tengáis valor realmente, mediante la virtud de Cristo. La gracia, la verdad y el amor de Dios se prometen al alma humilde y contrita. La indignación y los juicios de Dios se dirigen contra aquellos que persisten en andar por sus propios caminos, amando el yo, amando la alabanza de los hombres. Serán ciertamente arrastrados por los engaños satánicos de estos últimos días, ya que no recibieron el amor de la verdad. Debido a que el Señor, en los años precedentes, los ha honrado y bendecido, se jactan de que son elegidos y verdaderos, y de que no necesitan advertencia, instrucción y reproche. Dice el Testigo Fiel: "Yo reprendo y castigo a todos los que amo: sé pues celoso, y arrepiéntete". Contra el profeso pueblo de Dios pesa el cargo: "Tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido".
El amor hacia Jesús que una vez ardió en el altar del corazón, ha disminuido hasta extinguirse casi por completo. Se ha debilitado la fuerza espiritual. El ceño del Señor está contra su pueblo. En su actual condición, les es imposible representar el carácter de Cristo. Y cuando el Testigo Fiel les ha enviado consejo, reproche, y advertencias debido a que los ama, han rehusado recibir el mensaje; han rehusado ir a la luz, para que sus obras no resulten reprobadas. Dijo Jesús, "pongo mi vida por las ovejas… por eso me ama el Padre". ‘Tomando vuestros pecados sobre mí mismo, estoy abriendo una vía a través de la cual la gracia puede fluir a todos aquellos que la acepten. Al darme a mí mismo por el pecado del mundo, he preparado el camino para que la corriente incontenible de ese amor fluya hacia los hombres’.
Todo el cielo está estupefacto al ver que ese amor, tan amplio, profundo, rico y pleno, al serles presentado a hombres que han conocido la gracia de nuestro Señor Jesucristo, los deja tan indiferentes, fríos e impasibles. ¿Qué significa que una gracia tan maravillosa no enternezca nuestros endurecidos corazones? ¡Oh, es por el poder de la incredulidad! Porque "has dejado tu primer amor". Esa es la razón por la que la palabra de Dios tiene una influencia tan pequeña. Es como un fuego, pero no puede penetrar ni caldear el corazón congelado que se aferra a la incredulidad.
Los infinitos tesoros de la verdad han ido acumulándose a lo largo de las edades. No hay imagen que pueda representar adecuadamente la impresión que debieran hacernos el alcance y la riqueza de esos vastos recursos. Están esperando ser demandados por aquellos que los aprecien. Esas gemas de la verdad deben ser reunidas por el pueblo remanente de Dios, para ser dadas por ellos al mundo; pero la confianza propia y la obstinación del alma rehusan el bendito tesoro. "De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna". Es imposible medir o expresar un amor como ese. Juan llama al mundo a mirar "cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios". Es un amor que sobrepasa el conocimiento. En la plenitud del sacrificio no se escatimó nada: Jesús se dio a sí mismo. Es el designio de Dios que en su pueblo se amen unos a otros como Cristo nos amó. Deben educar y adiestrar el alma para ese amor. Deben reflejar ese amor en su propio carácter, reflejarlo al mundo. Cada alma debiera ver esa obra como la suya. En su oración al Padre, Jesús dijo: "Como tú los enviaste al mundo, también los he enviado al mundo". Los que han sido participantes de su gracia, deben presentar al mundo la plenitud de Cristo. Deben hacer por Cristo lo que Cristo hizo por el Padre: representar su carácter.
Una falta de poder moral y espiritual aqueja a nuestras Asociaciones. Muchas iglesias no tienen luz en sí mismas. Los miembros no dan evidencia de ser pámpanos de la Vid verdadera, llevando mucho fruto para gloria de Dios, sino que parecen estar secándose. Su Redentor ha retirado la luz, la inspiración de su Espíritu Santo, de sus asambleas, debido a que han dejado de representar la abnegación, la simpatía y el amor compasivo del Redentor del mundo; no tienen amor por las almas por las que Cristo murió. Han dejado de ser verdaderos y fieles. Es un cuadro triste: la piedad mermada, la falta de consagración y devoción a Dios. Ha habido una separación del alma de Dios; muchos han cortado la comunicación entre Él y el alma, al rechazar a sus mensajeros y a su mensaje.
En nuestras iglesias más grandes existen las mayores maldades, ya que han tenido la mayor luz. No poseen un verdadero conocimiento de Dios, ni de Jesucristo, a quien ha enviado. La levadura de la incredulidad está a la obra, y a menos que esos males que traen la indignación de Dios sean corregidos en los miembros, toda la iglesia será responsable por ellos. La obra profunda del Espíritu de Dios no está con ellos; la presencia gloriosa del Rey de los santos, y su poder para purificar de toda contaminación moral, no se manifiesta entre ellos. Muchos vienen a la asamblea de adoradores de igual modo que una puerta gira sobre sus goznes. No comprenden la aplicación correcta de las Escrituras, ni el poder de Dios. Tienen ojos, pero no ven; oídos, pero no oyen; continúan en sus malos caminos, sin embargo se ven a sí mismos como los privilegiados, como los obedientes hacedores de la palabra. En Sión prevalece la vida fácil y la seguridad carnal. ‘Paz, paz’, se oye en sus límites, cuando Dios no ha hablado paz. Han perdido las condiciones para la paz. Hay razón para sonar la alarma en ‘todo mi santo monte’. Los pecadores serán espantados en Sión; en el momento en que no esperan, vendrá irremediablemente sobre los confiados la destrucción súbita.
El Espíritu Santo se esfuerza por manifestar las demandas de Dios, pero los hombres prestan atención sólo por un momento, y vuelven sus mentes a otras cosas: Satanás dispersa las semillas de la verdad; la influencia llena de gracia del Espíritu Santo es eficazmente resistida. Así muchos están ofendiendo al Espíritu Santo por última vez, y no lo saben.
Estas son las palabras que Cristo habló sobre Jerusalem: "He aquí vuestra casa os es dejada desierta". ¡Qué angustia del alma sintió Jesús cuando todos sus llamamientos, advertencias y reproches fueron resistidos! Cuando Él los trajo a la morada del alma, causaron impresión, pero el amor propio, la autosuficiencia y el amor del mundo, vinieron a asfixiar la buena simiente plantada. El orgullo del corazón previno a sus oyentes a que se humillasen ante Dios y confesasen su pecado de resistir al Espíritu Santo, y muy a pesar suyo, éste los abandonó. Sobre el monte de los Olivos, mientras contemplaba la ciudad, Jesús lloró sobre ella, diciendo, "¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que toca a tu paz!" Hizo aquí una pausa; rehusaba pronunciar la sentencia irrevocable. ¡Oh, si Jerusalem pudiera arrepentirse! Cuando el sol, de rápido camino hacia el oeste, dejase de verse, habría acabado su tiempo de gracia. Jesús acabó su frase: "mas ahora está encubierto de tus ojos". En otra ocasión, lamentó la impenitencia de la ciudad escogida: "¡Jerusalem, Jerusalem, que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti! ¡cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí, vuestra casa os es dejada desierta". ¡El Señor no permita que esa escena se repita ahora en la experiencia del profeso pueblo de Dios! "No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre", dijo Jehová. "Ephraim es dado a ídolos; déjalo".
¿Querrá la iglesia ver de dónde ha caído? En la iglesia hay frialdad, dureza de corazón, falta de simpatía por los hermanos. Se manifiesta ausencia de amor por los que yerran. Se da una separación hacia aquellos que están precisamente necesitados de piedad y ayuda. En nuestras iglesias, especialmente entre aquellos con responsabilidades sagradas, existe una severidad, un espíritu despótico como el que había entre los fariseos. Están hinchados en autoestima y seguridad propia. La viuda y el huérfano no son el objeto de su simpatía o amor. Eso es totalmente ajeno al espíritu de Cristo. El Señor mira indignado el espíritu áspero y rudo que algunos han manifestado, –un espíritu de tal manera desprovisto de simpatía, de tierna apreciación por aquellos a los que Él ama. Hermanos, vosotros que cerráis el corazón a los sufrientes por Cristo, recordad que en la forma en que los tratáis a ellos, Dios os tratará a vosotros. Cuando llaméis, no os dirá ‘Aquí estoy’. Cuando claméis, no responderá. Satanás está atento, preparando sus engaños para entrampar a aquellos que están llenos de autosuficiencia, mientras que están espiritualmente destituidos.
El camino al paraíso no es el de la exaltación del yo, sino el del arrepentimiento, confesión, humillación, fe y obediencia. El mensaje a la iglesia de Laodicea es apropiado para la iglesia de este tiempo: "Escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios: Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni caliente. ¡Ojalá fueses frío, o caliente! Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo; Yo te amonesto que de mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo: sé pues celoso, y arrepiéntete". Hay muchos que se sienten orgullosos de sus riquezas espirituales, su conocimiento de la verdad, y están viviendo el autoengaño culpable. Cuando los miembros de la iglesia se humillen ante Dios celosamente, no de corazón dividido, con acciones sin vida, el Señor los recibirá. Pero declara: "Vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". ¿Por cuánto tiempo será resistida esta amonestación? ¿Por cuánto tiempo será tomada a la ligera?
"He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo". La actitud de Cristo es de magnanimidad y perseverancia. "Yo te amonesto que de mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico". ¡Oh, la pobreza del alma es alarmante! Y los que están en mayor necesidad del oro del amor, se sienten ricos y enriquecidos, mientras que carecen de toda gracia. Habiendo perdido la fe y el amor, lo han perdido todo.
El Señor ha enviado un mensaje para despertar a su pueblo al arrepentimiento, y para que haga las primeras obras; pero ¿cómo ha sido recibido ese mensaje? Mientras que algunos lo han oído, otros han arrojado desdén y reproche sobre el mensaje y el mensajero. La espiritualidad mortecina, la ausencia de humildad y sencillez de los niños, una profesión de fe maquinal y formalista, han tomado el lugar del amor y la devoción. ¿Habrá de continuar ese lamentable estado de cosas? ¿Se apagará en las tinieblas la lámpara del amor de Dios? El Salvador llama. Oíd su voz: "Sé pues celoso, y arrepiéntete". Arrepiéntete, confiesa tus pecados, y serás perdonado. "Volveos, volveos de vuestros malos caminos: ¿y por qué moriréis, oh casa de Israel?". ¿Por qué intentáis encender un mero fuego vacilante, y caminar en los destellos de vuestra propia luz?
El Testigo Fiel declara, "Yo conozco tus obras". "Arrepiéntete, y haz las primeras obras". Esa es la auténtica prueba, la evidencia de que el Espíritu de Dios está obrando en el corazón para llenaros con su amor. "Vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". La iglesia es como el árbol que no lleva frutos, que habiendo recibido el rocío, la lluvia y la luz del sol, debió haber producido abundante fruto, pero que ante el divino escrutinio resulta no tener sino hojas. ¡Solemne pensamiento para nuestras iglesias! ¡solemne, verdaderamente, para todo individuo! La paciencia y longanimidad de Dios son maravillosas, pero "si no te hubieres arrepentido", se agotarán. Las iglesias, nuestras instituciones, irán de debilidad en debilidad, desde la fría formalidad hasta la muerte, mientras están diciendo, "soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa". El Testigo Fiel dice, "y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo". ¿Verá por fin claramente su verdadera condición?
En las iglesias tiene que darse una maravillosa manifestación del poder de Dios, pero no moverá a aquellos que no se han humillado a sí mismos ante el Señor, y abierto la puerta del corazón mediante la confesión y el arrepentimiento. En la manifestación de ese poder que ilumina la tierra con la gloria de Dios, no verán más que algo que en su ceguera les parecerá peligroso, algo que despertará sus temores, y tomarán posición para resistirlo. Debido a que el Señor no obra de acuerdo con sus ideas y expectaciones, se opondrán a la obra. ‘¡Qué!’, dicen ellos, ‘¿Acaso no conocemos el espíritu de Dios, tras haber estado tantos años en la obra?’. Eso es porque no respondieron a las amonestaciones y súplicas de los mensajes de Dios, sino que dijeron persistentemente, "yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa". El talento, la dilatada experiencia, no hará de los hombres canales de luz, a menos que se coloquen bajo los brillantes rayos del Sol de justicia, y sean llamados, escogidos y dispuestos por la dotación del Espíritu Santo. Cuando los hombres que manejan las cosas sagradas se humillen bajo la poderosa mano de Dios, el Señor los sostendrá. Hará de ellos hombres de discernimiento –hombres ricos en la gracia de su Espíritu. Sus rasgos rudos y egoístas de carácter, su obstinación, serán vistos a la luz que brilla a partir de la Palabra. "Vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". Si buscáis al Señor con todo vuestro corazón, lo hallaréis. El fin se acerca. ¡No tenemos un momento que perder! Del pueblo de Dios debe brillar luz en rayos nítidos, inconfundibles, llevando a Jesús a las iglesias y al mundo. Nuestra obra no debe restringirse a aquellos que conocen ya la verdad; nuestro campo es el mundo. Los instrumentos a emplear son esas almas que alegremente reciben la luz de la verdad que Dios les comunica. Tales son las agencias de Dios para comunicar el conocimiento de la verdad al mundo. Si por la gracia de Cristo su pueblo viene a convertirse en nuevos odres, Él los llenará con el vino nuevo. Dios dará luz adicional, y serán recuperadas antiguas verdades, que se emplazarán en el marco de la verdad; y allá donde se dirijan los obreros, triunfarán. Como embajadores de Cristo, deben escudriñar las Escrituras, en busca de las verdades que han permanecido escondidas bajo la hojarasca del error. Y cada rayo de luz recibida, debe ser comunicado a otros. Un interés predominará, un tema absorberá a todos los demás: Cristo nuestra justicia.
"Ésta empero es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y a Jesucristo, al cual has enviado". "Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra: porque estas cosas quiero, dice Jehová". Eso es lo que hay que traer a la experiencia de cada obrero, alto o bajo, en todas nuestras instituciones, en todas nuestras iglesias. Dios quiere que toda alma vuelva a su primer amor. Quiere que todos posean el oro de la fe y el amor, a fin de que puedan echar mano del tesoro, para impartirlo a otros que lo necesitan.
Los creyentes serán de un corazón y una mente, y el Señor hará poderosa su palabra en la tierra. Se entrará en nuevas ciudades, pueblos y territorios; la iglesia se levantará y brillará, porque su luz llegó, se levantó sobre ella para gloria del Señor. Serán añadidos nuevos conversos a las iglesias, y aquellos que ahora pretenden estar convertidos sentirán en sus propios corazones el poder transformador de la gracia de Cristo. Entonces se levantará Satanás, y suscitará la más amarga persecución contra el pueblo de Dios. Pero los que no son de nuestra fe, aquellos que no han rechazado la luz, reconocerán el espíritu de Cristo en sus verdaderos seguidores, y tomarán su posición con el pueblo de Dios.
Cristo dice, refiriéndose al Consolador, "no hablará de sí mismo", "él dará testimonio de mí", "él me glorificará". ¡Cuán poco se ha predicado a Cristo! Los predicadores han presentado teorías en gran cantidad, pero poco de Cristo y su amor. De igual manera que el Salvador vino para glorificar al Padre demostrando su amor, así vino el Espíritu para glorificar a Cristo revelando al mundo las riquezas de su amor y gracia. Si el Espíritu Santo mora en nosotros, nuestra obra dará testimonio del hecho: exaltaremos a Jesús. Nadie puede permitirse ahora estar en silencio; la responsabilidad de la obra es presentar a Cristo al mundo. Todo el que se aventure a seguir su propio camino, todo aquel que no se una a los ángeles que son enviados del cielo con un mensaje para llenar toda la tierra con su gloria, serán pasados de largo. La obra avanzará hacia la victoria sin ellos, y no tendrán parte en el triunfo
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